1. Granate oscuro


    Fecha: 07/05/2022, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    De pie, observaba a través del espejo, mi cuerpo desnudo. Nunca me ha gustado mi reflejo lleno de complejos e inseguridades. Pero anoche la visión de él era totalmente diferente. Anoche pude amarme un poquito más, gracias a Ella y a su carmín.
    
    Me recibió por la tarde en su casa, a la hora acordada, collar en mano y con su sonrisa enmarcada bajo el pintalabios granate oscuro que solía utilizar siempre. Rodeó mi cuello con el collar y lo cerró con cuidado de no enganchar algún mechón de mi pelo. Se quedó mirándome de arriba abajo. “Da una vuelta” ordenó mientras hacía girar su dedo. Sentí algo de vergüenza, porque horas antes me envió un mensaje y me dijo que me pusiera un vestido. Hace muchos años que no lo hago, no me siento cómoda cuando llevo uno puesto. Tuve que rebuscar en el armario y finalmente encontré uno negro sencillo. Empecé a girar sobre mí misma. “Más despacio, que te vas a marear” dijo burlonamente y aminoré la velocidad. Cuando recuperé mi posición original y mirándome a los ojos me dijo “buena chica”. Toda mi vergüenza e incomodidad se esfumaron. Sólo Ella era capaz de hacerme sentir tan bien, incluso llevando vestido. Acto seguido me hizo seguirla hasta el salón.
    
    Una vez allí, con un beso en los labios y levantando mi barbilla me sugirió que le preparara un té rojo. Ya estaba habituada a servirle, así que me dirigí a la cocina y dispuse todo lo necesario sobre el mármol. Llené la tetera y la puse sobre uno de los fogones y mientras el contenido se ...
    ... calentaba, preparé las hierbas. Cuando el agua comenzó a hervir, con cuidado de no quemarme, volqué el líquido dentro de su taza preferida. Le añadí una cucharada de azúcar moreno y me dispuse a servírselo.
    
    “Aquí tiene Señora” y sin desdibujar la sonrisa, me besó en la mano, dejando el rastro de pintalabios en mi piel. Le acerqué el libro que sabía que estaba leyendo y me senté a sus pies. Verla sentada en su sillón orejero, con las rodillas dobladas en el brazo y los pies colgando y balanceándose, hace que siempre me recorra un sentimiento muy hogareño, como estar en casa. Me gusta estar en silencio, sólo escuchando cómo pasa las páginas lentamente y percibiendo el aroma mezclado de papel y té. De vez en cuando me acariciaba la cabeza y yo ronroneaba bajito.
    
    Sorbió el último trago de té y se levantó del sillón. Imité su gesto con unos segundos de retraso, uní mis manos por delante de mis piernas y agaché la mirada, esperando cualquier movimiento de mi Señora.
    
    “Apoya las manos y las rodillas en los brazos del sillón” dijo finalmente. Aunque me parecía una postura con algo de riesgo conseguir, con movimientos lentos y cuidadosos adopté la pose, pensando en que si me caía podría hacerme bastante daño. Alejé rápidamente esos pensamientos y me concentré en mantener la postura.
    
    Con mimo, arremangó mi vestido y lo dejó reposando sobre mi zona lumbar, dejando mi trasero al descubierto. Acarició suavemente y a continuación le dio un delicioso cachete. Se apartó y caminó hasta ...
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