El agudo zumbido del despertador la devolvió a la realidad de una nueva mañana de verano en la que el sol y las altas temperaturas seguirían siendo los principales protagonistas.
Se desperezó y con cierta desgana se levantó de la cama. La imagen de su cuerpo desnudo se reflejó, casi sin querer, en el gran espejo del armario, la miró con detenimiento y sonrío segura de gustarle lo que estaba viendo. Realmente a sus cuarenta y siete años se conservaba de manera envidiable. Pensó por un momento en algunas de sus amigas en cuyos cuerpos se notaban claramente la acción demoledora del tiempo.
Volvió a mirarse con descaro y se sintió como una joven de dieciséis años que acude a su primera cita. Pensó en que no mentía aquel joven que había conocido noches atrás en internet y para el que, en un acto que calificó de auténtica locura, se había desnudado dejando vagar la imaginación de ambos hasta lograr uno de los orgasmos más salvajes de su vida. El la vio atractiva, hermosa y aquella mañana ella se sentía así.
Desayunó sin prisa. Ni siquiera se vistió. Estaba sola. Su marido llevaba más de una semana fuera de la ciudad por motivos de trabajo y sus hijos se habían ido aquella mañana pasar unos días a casa de unos amigos; aquella situación sabía que le permitía dejar a un lado sus obligaciones, al menos temporalmente, para así dedicar unas horas al culto a ella misma.
Recordó con una sonrisa la experiencia vivida tres noches antes con aquel joven en internet. Se había ...
... conectado a primeras horas de la noche. Sus hijos habían ido a un concierto así que no regresarían hasta tarde. Tras dos o tres conversaciones intranscendentes con nombres poco sugerentes del mundo misterioso de la red surgió, como una luz que iluminó la noche, aquel que tanto le llamó la atención. Fue como si por la magia de lo imposible tuviese que seguir las indicaciones que iba haciéndole su anónimo compañero de charla.
Todo resultó más fácil de lo que imaginaba. Primero conectó su cámara y dejó que aquel joven la viese sonriente, segura de sí misma. Después fue ella quien pudo verlo, con su torso desnudo. De menos de treinta años, atractivo. Se dejó llevar por sus encantos. La conversación fue subiendo de tono y cuando quiso darse cuenta estaba, de pie, desnuda, masturbándose con aquel joven cuyo rostro y su forma de hablar la atraían.
Le sobrevino un orgasmo como no recordaba, tal vez solo comparable con aquel que sintió, muchos años atrás, la primera vez que fue poseída por Luis, un chico que veraneaba en el mismo pueblo que ella.
Las dos noches siguientes lo buscó, sabía que no podría volver a desnudarse para él, pues sus hijos dormían en casa, pero deseaba no perder el contacto. No volvió a verlo, sin embargo su recuerdo sirvió para que alcanzase más de un orgasmo en la soledad de su cuarto.
Se asomó la ventana y una bocanada de aire cálido contribuyó a aumentar su temperatura corporal de por sí elevada por la avalancha de recuerdos. Volvió a mirarse al espejo. ...