1. La señora Ysabela y yo (7)


    Fecha: 12/07/2017, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... o sea echado, ella se puso de cuclillas sobre mí. Con una mano dirigía mi glande hasta su agujero cagón mientras con la otra mano sostenía el tronco de mi pene.
    
    Con su experiencia de madre arrechona se fue dejando caer sobre mí, su cabeza miraba hacía arriba, concentrándose en su labor. Su ano se abría desmesurado ante el también desmesurado tamaño que la invadía, no por eso se detuvo sino que siguió y siguió hasta que de una sentada se terminó de incrustar mi verga por completo.
    
    Ella sonrió satisfecha de sentirse llena, yo la observaba absorto por su desempeño magistral. Mi maestra me seguía dando unas clases únicas. Era toda una experta en la materia de eso no había dudas.
    
    Yo agarré sus melones golosos con mis manos, a la vez que ella empezaba a cabalgarme, moviéndose de atrás hacia adelante, una y otra vez, sin detenerse, yo estaba loco de contento y no me detenía en el ataque a sus sabrosos pezones que apretaba hasta ponerse duros.
    
    - ¿Te gusta papito?- preguntó arrecha.
    
    - Por supuesto, muchísimo.- dije admirado de sus movimientos.
    
    - ¡Qué inmenso que eres!- dijo ...
    ... sonrojada. Tienes un pedazote de verga mi amor.
    
    Eran la locura absoluta las nuevas sensaciones que me producía, y siempre recordaba en esos momentos que era mi vecina, una señora casada y con hijos, si el barrio supiera lo que hacíamos, si mis amigos lo supieran pero ni loco podría confezar mi idilio con Ysabela. Así era feliz y ella igual, los dos nos entregábamos al acto sexual libres y decididos a probar, bueno aunque ella más a enseñarme como mi cumplida maestra.
    
    Ya al borde del climax, manifestados en sus gemidos roncos de placer, hice esfuerzos por aguantar todo lo que podía, minutos después ella caía sobre mi pecho trémula disfrutando de su orgasmo y yo vaciando mis huevos a más no poder.
    
    Mientras se terminaba de restregar, yo acariciaba su cabello que caía sobre mi rostro, ambos estábamos sudorosos y cansados de tanto coger.
    
    - Ay, papito lindo, has estado como siempre.- dijo con la cara tapada por mechones de su hermoso cabello castaño.
    
    - Y tú, aún más Ysabela querida.- contesté besándola.
    
    Así permanecimos descansando después de haber saciado nuestra ardiente lujuria. 
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