Fecha: 12/07/2017,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... locura absoluta las nuevas sensaciones que me producía, y siempre recordaba en esos momentos que era mi vecina, una señora casada y con hijos, si el barrio supiera lo que hacíamos, si mis amigos lo supieran pero ni loco podría confezar mi idilio con Ysabela. Así era feliz y ella igual, los dos nos entregábamos al acto sexual libres y decididos a probar, bueno aunque ella más a enseñarme como mi cumplida maestra.Ya al borde del climax, manifestados en sus gemidos roncos de placer, hice esfuerzos por aguantar todo lo que podía, minutos después ella caía sobre mi pecho trémula disfrutando de su orgasmo y yo vaciando mis huevos a más no poder.Mientras se terminaba de restregar, yo acariciaba su cabello que caía sobre mi rostro, ambos estábamos sudorosos y cansados de tanto coger.- Ay, papito lindo, has estado como siempre.- dijo con la cara tapada por mechones de su hermoso cabello castaño.- Y tú, aún más Ysabela querida.- contesté besándola.Así permanecimos descansando después de haber saciado nuestra ardiente lujuria.
Con la mente sumida en lo acontecido el día anterior, deseaba con curiosidad enterarme de lo sucedido.
Tanta fue mi curiosidad que salí de mi casa, quedándome en la puerta esperando, así fue que pasó su esposo, que me saludó con normalidad y yo como buen chico y vecino devolví el saludo. Acto seguido, salí disparado al patio subiendo al techo de mi vecina, después de unos silbidos apareció ella sonriendo.
- Y, ¿qué pasó ayer, Ysabela?- pregunté muerto ...
... de curiosidad.
- Ay, mi niño, pues simplemente nada.- respondió indiferente.
- ¿No se dió cuenta de nada?- inquirí ante su respuesta.
- Es en serio, yo me metí a la ducha y finguí darme un baño.- dijo riendo.
- Te pasaste de ocurrente.- dije también riendo.
- Ja,ja,ja, ¿tú crees?- preguntó muerta de risa.
- Sí, ja,ja,ja.- contesté en un ataque de risa.
Yo me acerqué y la tomé entre mis brazos besándola, ella respondió igual, nuestras lenguas jugaban empalagosas producto de la calentura acumulada y por la frustación del día anterior.
Su bata cayó al suelo y la señora, dócil se dejó desnudar por mí; su sostén cayó rápido y luego su calzón fue el último valuarte para dejar paso a su desnudez. Yo fui dejando caer mis propias ropas mientras ella se mantenía parada ante mí. Al quedar los dos completamente desnudos me puse de rodillas empezando a lamer su vagina, ella pasó una pierna sobre mi hombro y sus manos me sujetaban los cabellos acariciándolos. Mi lengua recorría cada pliegue de su vulva, y sus vellos púbicos castaños hacían cosquillas en mi nariz.
Después de jugar travieso en su selva indómita, para otros pero no para mí, estando de pie, ella jalaba mi verga propiciando que alcanzara su tamaño que conocía muy bien. La señora restregaba el glande contra la espesura de sus vellos para luego tratar de colocarlo en su entradita vaginal, para facilitarme el trabajo levantó la misma pierna de antes, que yo sostuve con la mano derecha. Lentamente ella ...