Negación - Capítulo 8
Fecha: 07/03/2018,
Categorías:
Gays
Autor: Gonza-Neg, Fuente: CuentoRelatos
... cabeza. El golpe sonó feo, como cuero desgarrándose.
Sentí que su peso me abandonaba, respiré profundamente y la primera patada llegó, dura en mi flanco, me retorcí de dolor, recogiéndome en posición fetal, cubriendo mi cabeza con mis manos. El dolor llegó de una forma diferente esta vez, porque ya no era uno solo mi atacante, ahora eran dos.
En algún momento dejé de pensar con claridad, en algún momento el tiempo perdió valor, y mi cerebro se desconectó de mi cuerpo, no hubo más dolor. Me fui hundiendo lentamente, la oscuridad anegándolo todo.
- - -
- ¡Mantente alejado! – una voz gritaba - ¡Julián! Mete a Eduardo al auto y sácalo de aquí.
- Déjame verlo – pedía una voz, llena de dolor.
- ¡Aléjate! ¡Tú hiciste esto! – Volvió a gritar la voz - ¡Dios por favor, por favor! – comenzó a rezar, sólo yo pude escucharla.
- ¡Andrea! – pidió de nuevo la otra voz.
- ¡Vete! ¿Está bien?... sólo vete.
- Necesito saber que está vivo… dime que no…
- Aún respira ¿Ok? – lo tranquilizó - ¿Suficiente?
Sentí su mano tocar mi frente, y descender hasta mis mejillas, comenzó a golpearme suavemente, llamándome a la vida.
- ¡Ey!... ¿me escuchas?… ¿puedes oírme?... ¡Por favor!... ¡Por favor! – rogó su voz, por la forma en que hablaba pude sentir que lloraba. Quise consolarla. “No llores por mí” quise decirle, “No vale la pena”, pero insistía - ¿Me escuchas?...
Con cada palabra que decía, parecía encender una luz que me sacaba de la oscuridad, no tenía fuerzas ...
... para hablar, no sabía dónde estaba mi boca, o mi garganta. Quise pedirle que me dejara, que no hablara más, que apagara las luces, porque la oscuridad era cómoda. Quise decirle que con cada luz que encendía, mi cerebro se reconectaba con mi cuerpo, enviando oleadas de dolor que me paralizaban.
- ¿Va a morir? – pregunto nuevamente la voz angustiada.
- ¡Lo hará! Pero no podemos hacer nada – dijo la mujer, su voz llena de dolor. Me recordó a Claudia, ella estaría muy triste también sin mí. Sólo nos teníamos el uno al otro.
- Cla… - traté de llamar a mi amiga, decirle adiós, decirle que la amaba. Pedirle que no llorara.
- ¡Está hablando!... ¡Gracias a Dios! ¡Gracias a Dios!... – ella parecía llorar de felicidad ahora, pero yo necesitaba a Claudia, y necesitaba a Mamá.
- Clau – volví a llamar.
- Shhh… tranquilo, tranquilo… ¿todo va a estar bien, de acuerdo?... tranquilo… - pasó su mano por mi frente nuevamente, acariciándome. Su gesto me llenó de tristeza, yo no lo merecía.
- Claudia – le pedí.
- Ya viene… ya viene… quédate conmigo ¿está bien? – con su mano libre agarró una de las mías – quédate conmigo.
- ¡Tenemos que irnos! – urgió una voz diferente a las otras.
- Julián no podemos dejarlo acá… - dijo la mujer, apretando con más fuerza mi mano.
- Andrea… tenemos que irnos… llamé a la ambulancia, vienen en camino… si los encuentran acá…
- Nos quedaremos – dijo la otra voz llena de decisión.
- No podemos quedarnos… - concluyó Andrea – Julián ...