Memorias de un solterón
Fecha: 03/03/2018,
Categorías:
Erotismo y Amor
Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos
... sentado, mientras ella habla que te habla… Pero yo no escuchaba nada, no nada veía, excepto ella misma, su rostro, su sonrisa… Pero también su figura, su cuerpo de mujer…
Para mí, el mundo, el Universo entero, habíase detenido, había desaparecido de mi alrededor, hasta yo mismo habíame esfumado, para sólo quedar ella, ella sola en toda la Tierra. Pero es que también ocurría otra cosa, la constatación de algo que me dejó de piedra: Que yo amaba, quería, a esa mujer, como un hombre ama, quiere, a una mujer. Sí; no me cabía la menor duda, Carmen, Carmela, se me había metido muy, pero que muy, adentro, hasta la trastienda de mis sentimientos de hombre. Vamos, que me había enamorado de esa mujer con toda mi alma, todo mi ser… Y no lo entendía; ¿cómo habíase producido eso?... No lo entendía, me parecía imposible… ¡Si apenas la había tratado!
Pero también recordé algo que, al instante, quise borrarlo, arrancarlo de mi mente, ignorarlo, negarlo, negármelo: Que, tan pronto la conocí, lo cierto es que me gustó… Y mucho, además. Pero, lo grande, es que tampoco Carmen era ninguna gran belleza, menos con un tipazo de esos que hacen volver la cabeza al tío más pintado que se le cruzara; ni mucho menos, pues era de una belleza que, como ella misma era, pasaba desapercibida en un principio. Era, más que nada, su rostro, su sonrisa, un rostro, una sonrisa angelical, con toda la dulzura, la ternura que podemos imaginar en uno de esos entes celestiales; y, añadido a eso, el aura de bondad ...
... que, digamos, la rodeaba, impregnando también a quién estuviera a su lado de una sensación de tranquilidad, de sosiego, que era, en sí misma, la felicidad más completa, más íntegra. Junto a ella, sentías que la vida es bella y merece la pena vivirla… Pero es que, también ahora lo veía claro como el agua clara, que sí, merecía la pena vivir la vida, pero con ella, junto a esa mujer. Y bueno, aunque tampoco su cuerpecito fuera, en absoluto, espectacular, tampoco carecía de atractivo, pues todo en ella era proporcionado, y en las justas medidas, para que no faltara un gramo, pero tampoco sobrara un adarme en ninguna parte de ese adorable cuerpecito de ella. Pero
Y comprendí también otra cosa, que explicaba, a las mil maravillas, esa increíble verdad de mi amor por tal mujer: Que eso venía de muy atrás, mucho; puede que desde el mismo momento en que la vi por vez primera. Sí, ahora lo reconocía, que Carmen, desde ese mismo momento, me impresionó, y no poco; y entendía, comprendía también otra cosa: Que una mujer de belleza, de cuerpo, espectacular, puede gustar a un hombre, volverle loco incluso, pero, en verdad, no genera amor en él; deseo, sí, qué duda cabe, pero amor no, pues el hombre, de lo que de verdad se enamora, lo que de la mujer verdaderamente se le mete dentro, muy, muy adentro, de su alma, de su ser, es la feminidad de la mujer, su sensibilidad, su capacidad, imaginada, sí, pero con plena seguridad de no equivocarse, de dar y recibir amor del hombre, de disfrutar ...