Mi hermana Julia - 4 -
Fecha: 26/01/2018,
Categorías:
Incesto
Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues
Pero el día no había terminado aún. Era sábado y nuestros padres llegaron a comer a medio día. Nos encontraron radiantes a los dos y con todos los trabajos pulcramente realizados. Comimos y tuvimos una sobremesa un poco más larga de lo normal. Había buenas noticias. Se comentaron varios asuntos de la Empresa: -crecía sostenidamente-. Eso suponía tranquilidad a la hora de afrontar los gastos que llevaría implícita la incorporación de Julia a la Universidad. Luego se pasó al asunto central del día: la celebración en la playa de las llamadas Hogueras de San Juan, a las que yo acudiría por primera vez. La playa distaba de casa unos cinco kilómetros, y si bien podíamos ir por la tarde/noche andando, la vuelta, de madrugada, no había otra forma de hacerla que en coche; nada de utilizar el ciclomotor de Julia. Era demasiado peligroso. Papá se encargaría de traernos a casa. Papá quiso dar un repaso concienzudo a todo tipo de norma de conducta; consejos; prohibiciones y demás zarandajas. Nos iban a dejar ir solos a las hogueras, a la playa, y toda recomendación que nos diera le parecía poca. Julia ya había ido en otras ocasiones, pero era la primera vez que me dejaban a mí salir por la noche, entendiendo lo de la noche a sobrepasar las 10 u 11 habituales. En este caso tendríamos un margen de tolerancia más que generoso, según mi padre: podríamos disfrutar de la fiesta hasta las 2 de la madrugada. Eso sí; a esa hora deberíamos estar en el paseo marítimo, en perfecto estado de ...
... revista. Él pasaría a recogernos con el coche. Los consejos finales, los habituales; bien, pero que bien remarcados: - Nada de broncas. Debíamos huir de ellas. - Por supuesto; NADA DE ALCOHOL. - Tranquilitos y cada uno en su respectivo grupo de amigos; en buena paz y armonía. - Por supuesto; Julia sería responsable del buen hacer del neófito: o sea, yo. La pena por cualquier incumplimiento; pues ya os podéis imaginar: reclusión forzosa del culpable. En casa, sin salir, al menos por un mes; sin ver el sol más que por las ventanas del cuarto de cada uno. Así que a las 7 de la tarde de aquel 23 de Junio de 2001, sábado, Julia y yo, provistos de nuestras mochilas con los bocadillos, recién preparados por mamá, para que matáramos el hambre y unas cuantas latas de refresco, nos acercamos a casa de Mónica, una amiga de Julia. Su padre nos llevaría a la playa ahora y, a cambio, el nuestro nos recogería a nosotros y también a Mónica de madrugada. Antes de las 8 de la tarde ya estábamos en la playa. Enseguida nos ubicamos con nuestra peña y les ayudamos a la preparación de las pirámides que se quemarían a las 12 de la noche: “la hora bruja”. Nos encargamos de hacer algunos recorridos urbanos, pidiendo en las tiendas y bares y buscando en contenedores y sitios por el estilo, cualquier tipo de material que tuviera una fácil combustión: restos de cajas, mimbres, tablas, toda clase de maderas o leña y todo aquello que resultase apropiado para ser pasto de las llamas. Nos llevó un par de horas el ...