... recuperar la respiración luego de cada empellón.
Mi calentura insostenible mantenía mi estado de excitación tal que el hermoso cosquilleo continuaba encriptado en mi cuerpo haciendo que me estremeciera en maravillosas contorsiones. La permanente sensación orgásmica que invadía mi cuerpo entero no menguaba. De mi vagina avivada con fuerza por una de mis manos, brotaba el flujo caliente. El veterano ahora tenía su magna pija en la mano y se la agitaba con fervor apuntando a mi boca abierta. Mis ojos vivaces, se centraron en la mirada del cirujano. De pronto cerró sus ojos y pude ver que su botón hinchado eyectó el primer chorro de semen que impactó en mis ojos. Entonces me tragué el botón para recibir la eyaculación en mi lengua y garganta. El placer fue tan grande que hizo que no dejara escapar una gota mientras sentía los chijetazos de leche que brotaban de esa hermosa verga, llenando mi garganta e impactando también en mi rostro.
Al pasar la tormenta, busqué con mi mirada a Mabel y al moreno. Ellos ya estaban separados seguramente con sus cuerpos relajados después del fabuloso coito que habían tenido. En ese momento el musculoso esclavo le dijo algo a Mabel para luego marcharse de su lado, a continuar con su tarea.
El Domador me preguntó con su voz profunda como la había pasado y le dije que de maravillas, que tenía un miembro enorme, que no podía creer que hubieran penes de ese tamaño. Entonces él me contó que trabajaba con un equipo de cirujanos estéticos, no ...
... solo mejoran las formas femeninas sino también operaban los genitales masculinos. Me dijo que él y su hijo se habían hecho extensiones del miembro con implantes de tejidos y siliconas. La verdad le dije, que el resultado es increíblemente maravilloso, y que imaginaba cuanto gozaría su mujer y su hijastra con semejante tiburón en la cama.
Luego de unos minutos, el veterano se puso de pie en el preciso momento en que venía mi esposo totalmente desgreñado arreglándose la camisa. Yo me quedé sentada, él se acercó y se sentó a mi lado cruzando su brazo sobre mi hombro, observando la partida del Domador. Yo estaba más que desgreñada e intenté cubrir con mi maltratado vestido cebreado, mi piel húmeda que olía a semen.
Con el hermoso cansancio que había coronado mi inmensa satisfacción, busqué relajarme recibiendo con agrado una copa fría de champagne que me ofreció mi esposo. Mi garganta se refrescó y limpió de la pegajosa secreción del Domador, aunque la burbujeante bebida no era el antídoto adecuado para apagar el calor que conservaba mi piel sino que por el contrario, lo mantenía elevado. Mi mente navegaba somnolienta cobijada en la suave melodía que sonaba, intentando darle forma a las sombras que se movían en el oscuro salón. La figura de Mabel brillaba por su ausencia.
Me resultaba extraño haber dejado que mi marido estuviera con otras mujeres, pero también él me había permitido hacer de las mías y no tenía nada que reprocharle. El fruto de tanto goce liberaba su jugo en ...