Malena y el vendedor
Fecha: 05/01/2018,
Categorías:
Fantasías Eróticas
Autor: relator23, Fuente: CuentoRelatos
... demostraciones de su interés por mí de maneras más vehementes.
Las continuas libaciones le incitan a perder su compostura, quedando en evidencia su tendencia a cortejarme: me toca las manos como por descuido; mientras me dice algo al oído, por hacerse oír por encima de la música, deja sus dedos tenuemente sobre mi brazo y acerca su boca más de lo necesario a mi oreja; leves roces de sus rodillas con mis muslos; miraditas tiernas; etc. Todo lo noto y no lo impido. ¿Por ociosidad? ¿Por curiosidad? O, porque he perdido mis amarras.
Siento una rara sensación de declaración de independencia y de libertad que empieza a esbozarse. Es como que estuviera descubriendo algo nuevo que se acerca sigilosamente y me quiere mostrar su cara que hasta hoy ha mantenido oculta porque aún no estaba lista para verla.
Por otra parte, el jueguito me está gustando. Ya no hablamos de negocios, hablamos de otras cosas más personales. El me acaricia el brazo con frescura, quizá, para medir mi reacción y calcular su próximo paso. Estoy excitada por la situación y me divierte tenerlo en esa zozobra. Su boca me atrae como una flor a una abeja y su manoseo me está produciendo ese tipo de corriente estática que eriza los pezones y hace que te acuerdes de ese lugarcito debajo de tu ombligo.
Para ver si logro escapar de la trampa hago otro viaje al reservado.
Regreso refrescada, pero igual de caliente bajo mi vestido. Me siento sobre ese rescoldo casi humeante.
La tensión sexual entre los dos ...
... es exasperante mientras él ya juega con mis dedos descaradamente. Se los lleva a su boca y me los besa antes de levantarse.
Se encamina hacia la barra, lo veo cancelando la cuenta, regresa con dos tragos y me dice: -Podemos irnos.
COMO RES AL MATADERO
Obedezco sin chistar. Recojo mis cosas y salimos de manera pretendidamente furtiva, sin mirar a nadie. La pecadora y su vergüenza. Cuando llego a la puerta, un borracho se adelanta a abrírmela y me dice en voz baja: ¡Catira, hoy no te salva ni un palo de agua! Es como dicen por aquí cuando quieren significar que algo es inexorable. Le regalo mi trago sin probarlo y le indico con una seña que baje la voz. Ya no quiero más licor, mi deseo es de otro tipo.
Salimos cada uno en su vehículo, él adelante, despacio, para que pueda seguirlo desde lejos y guardar alguna apariencia, que aún quede por allí.
Mientras conduzco me doy cuenta de que voy a acostarme con un perfecto extraño, solo por un extravío momentáneo de mi templanza. Pero el picante momento adormece mis alarmas, aletarga mi malicia. La concupiscencia ablanda mis defensas, como siempre me pasa en estos momentos; me siento inerme ante un hecho que ya considero cumplido, es un antojo del que sé por experiencia que no podré escapar. No me pasa por la mente la murmuración y el descrédito al que me expongo, no solo para mí, también para mi marido. Un cornudo conocido es una pobre víctima de su propia incompetencia.
La tensión nerviosa provocada por la ejecución ...