Elena (A.C.) - mi masoquista III
Fecha: 30/08/2020,
Categorías:
Fantasías Eróticas
Autor: Cold_P, Fuente: CuentoRelatos
... condiciones – le espeté – Aquí se hace lo que yo quiero.
—Tienes razón… tienes razón – concedió, pero se me acercó y me susurró al oído - ¿No te gustaría limpiarme con tu lengua cuando termine?
Vaya que eso era algo que yo quería experimentar. Si bien ya había dado lluvia dorada, jamás me habían hecho una a mí. Se lo había planteado, pero a ella le dio asco y siempre se negó. Entendí al instante que, pese a no ceder en una petición pasada, me concedía cierto margen de entrada, lo cual podía significar que en un futuro, pudiera lograr hacer que me meara.
Me soltó la verga y a la luz de la luna se despojó de su pantalón y ropa interior. Se acuclilló con las piernas abiertas y comenzó a mear. Ufff, vaya espectáculo. Mi morbo estaba al cien. Soltó una larga meada que se perdió en el pasto y cuando terminó, dio unos pasos hacia atrás y se recostó sobre la hierba con las piernas abiertas. Me abalancé al instante sobre ese coño peludo y lo lamí con singular deleite. Sorbí, mordí y mastiqué con mis dientes sus labios. Disfruté de las pocas gotas de restantes de sus meados y, aunque imaginé que me daría asco, no sucedió nada más. Ella disfrutaba con el oral que le propinaba, pues gemía, aunque no muy fuerte, para no atraer miradas indiscretas.
Comencé a meter dedos en su vagina, mientras que mi lengua y en ocasiones mis dientes jugueteaban con su clítoris. Presa de la excitación, metí con dificultad un cuarto dedo en su vagina y ella grito de placer. Me detuve en el acto, ...
... pues eso me acercaba a mi fantasía. Nuestras miradas se cruzaron en ese instante y ella me dijo: “Sé que quieres hacerlo… párteme en dos con tu mano”.
Esas dos frases aún resuenan en mi cabeza, hasta el día de hoy. Siempre había soñado con ese momento y, estaba a punto de cumplirse. Elena estaba encharcada. Retiré el cuarto dedo (el meñique) y comencé un frenético movimiento con los tres dedos que ya tenía dentro para ir dilatando un poco más su vagina y estimularla más. A veces bajaba el ritmo para abrirlos un poco con movimientos circulares. Ella se dejaba hacer y lo disfrutaba. Tras 5 minutos así, intenté meter el cuarto dedo y entró sin dificultades, aunque no en su totalidad. Comencé a mover lentamente los 4 dedos para que se fuera acostumbrando. Sentía las paredes de su vagina aprisionar mis dedos y eso me provocaba un placer infinito. Ella gemía y cuando giraba los dedos, gritaba de dolor. Eso sí, jamás me cerró las piernas. 5 minutos después, los cuatro dedos casi entraban en su totalidad y me preparé para introducir toda la mano dentro. La volví a mirar y ella me dijo: “hazlo”. Con la primera presión ella gritó de dolor, pero no cerró sus piernas ni me impidió nada. Lo intenté un poco más, pero ella gritaba, pese a no alejarse o impedirme que siguiera.
Para mi vergüenza, temo decir que me acobardé en ese instante. Sí, yo sé que tenía una mujer dispuesta a que destrozara su vagina y que disfrutaba con el dolor. Sin embargo, me dio miedo lastimarla. No sé por qué ...