1. Elena (A.C.) - mi masoquista III


    Fecha: 30/08/2020, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: Cold_P, Fuente: CuentoRelatos

    ... espeté autoritariamente
    
    —No, de hecho creo que estoy un poco – me dijo y al ver mi sonrisa añadió – sólo un poquito más caliente.
    
    —No, no me da asco – contesté – y si podemos usar la regadera y bañarnos, cómo acostumbramos, yo no tengo ningún problema. Digo, no te la voy a mamar ni esperaría que me la limpies… pero fuera de eso no tengo ningún problema con la sangre
    
    —¿Es neta? – me preguntó con una sonrisa llena de lujuria
    
    —Pruébame entonces – le reté – Un verdadero caballero no teme ensuciar su espada de sangre. ¿Cuál es la buena noticia?
    
    —Oh, bueno, no sé si sea una buena noticia, pero espero que te guste… - me dijo mientras bajaba mi pantalón y liberaba mi endurecido miembro al aire y comenzaba a masturbarlo – pero antes de que te diga, métemela de una vez, que ya te extraño.
    
    —¿Qué quieres que? – le pregunté con intención
    
    —Que me metas la verga, wey – me dijo al oído
    
    —Creo que no te escuché
    
    —¡Que me cojas de una vez! – gritó
    
    —Pues desnúdate mamasita y ponte en cuatro, que aquí en tu sala te voy a coger – le ordené.
    
    En un abrir y cerrar de ojos se despojó de sus prendas y estaba con ese potente culo en pompa, volteándome a ver con ansia y deseo. Sin más, me desnudé enteramente, me acerqué a ella y le solté una desmesurada nalgada que ella agradeció con un gemido de placer indiscutible. Eso me animó, pues la había soltado con toda mi fuerza. Descargué cinco golpes más y ella sólo sonreía y gemía. No pude más, la penetré con fuerza y hasta el ...
    ... fondo. La sangre ayudó, además de que ella estaba bastante mojada ya y entré sin dificultades. Gimió como una puta y al momento se comenzó a mover ella misma de modo frenético. Me agradó su iniciativa y la tomé con fiereza del cabello y arqueé su espalda. Ella se dejó hacer mientras se movía como si estuviera poseída. Yo ni siquiera me había movido y me agradó su disposición, pero poco después hizo algo que me dejó alucinado. Al notar que yo no hacía nada, ella misma comenzó a nalguearse y a pegarse de vez en vez en sus pechos, pero no sólo eso, sino que lo hacía con verdadera fuerza. No eran los pequeños golpes que uno ve en alguna peli porno de supuesto “bdsm”. No. Éstos eran golpes con fuerza y con el fin de lastimar.
    
    Casi me vengo en ese instante, pero no hice nada, pues estaba paralizado por sus acciones. Ella me volteó a ver y me espetó: “pégame, maldita sea” y al ver que sólo sonreía, se volvió a soltar una tremenda nalgada mientras me miraba con fiereza. “Quiero que te pegues tú, hasta que ya no puedas. Alterna tus nalgas y tus tetas. Después de eso, sigue mi turno. Me está produciendo mucho placer ver cómo te lastimas tu misma. Probablemente no aguante mucho más, pero quiero que sigas.”
    
    Tras esa orden, ella comenzó un metódico, pero firme maltrato hacia sí misma. Cada nalgada restallaba en el aire y producía música para mis oídos. También, los golpes en sus bamboleantes tetas eran duros, pero no tanto como los de sus nalgas, que ya estaban bastante rojas. Tras ...
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