Noche de pasión en Lisboa (I)
Fecha: 01/10/2017,
Categorías:
Sexo Oral
Autor: alfredo1257, Fuente: CuentoRelatos
... como ellos dicen: “el bacalao no es pescado”).
Mientras picábamos “la ementa” que son unos bocaditos que ponen para mientras esperamos la comida, me fijé con más tranquilidad en mi compañera de mesa. Como dije, era una señora de alrededor de cincuenta años, un pelín entrada en carnes, con unos ojos verdes como dos esmeraldas y el pelo de color cobrizo, obviamente con ayuda química, en una melena ondulada peinada al estilo de los años cuarenta del siglo pasado, recordándome vagamente a Rita Hayworth. Una mujer que exudaba seguridad en sí misma. Como apunté anteriormente, iba vestida de hombre, con un terno azul marino, de raya de tiza con la chaqueta cruzada, camisa de finas listas rojas, con el cuello y los puños (de gemelos) blancos y corbata masculina de rayas grises negras y blancas alternadas, anudada con un perfecto nudo windsor. La única concesión a la femineidad podría parecer el pañuelo en el bolsillo de pecho, de un vivo color fucsia, orillado de azul marino y los zapatos con pulsera y tacón de aguja que había vislumbrado mientras me acercaba a la mesa, pero lo cierto es que estaba más femenina que si vistiese ropa de mujer. Me fijé que el traje no era un traje sastre de señora, si no que era un traje de caballero, cortado y montado por un sastre, a medida de una mujer. El armado de la pechera de la chaqueta y las hombreras, así como los martillos en las bocamangas, demostraban un trabajo de sastrería de gran calidad y de “muchos duros” y solo estaba viendo la ...
... mitad del trabajo. Yo suelo vestir así, aunque mi vestuario en ese momento era ropa de trabajo y zapatones de seguridad para poder moverme entre las máquinas. La corbata y el terno bien cortado no proceden en mi trabajo. Le comenté mis impresiones sobre su forma de vestir y me dijo el nombre de un sastre lisboeta del que yo tengo alguna americana y nos dio pie para una charla intrascendente durante la comida. Yo le dije que estaba supervisando unos montajes y ella me dijo que era auditora de no sé bien que organismo oficial que estaba examinando unos papeles en una empresa cerca de la que yo estaba trabajando.
A pesar de su aspecto tan masculino y formal, Amalia resultó ser una mujer simpática y buena conversadora, por lo cual, casi sin darme cuenta llegamos a los postres, ambos declinamos el postre y coincidimos en pedir un café.
Pedí la cuenta, y cuando hice ademán de hacerme cargo de la totalidad, ella, con una sonrisa me dijo:
—La mesa era mía, así que es Ud. mi invitado.
Me pilló de improviso la invitación y para agradecerle el detalle, o más bien los dos detalles que había tenido conmigo le hice una proposición:
—Acepto gustoso, si me permite corresponderle con una cena formal, mañana viernes, en el caso de que no tenga adquirido un compromiso anterior.
Ella, introdujo la mano por el escote de la americana y sacando un tarjetero, me dio una tarjeta con su dirección y me dijo:
—Mañana a las 20 horas en esta dirección, tenga la amabilidad de recogerme y ...