Choque Térmico (Frío)
Fecha: 25/06/2017,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... —la indirecta iba dirigida a mí, por supuesto y el comentario no hizo otra cosa que hacernos soltar una carcajada.
El resto del día transcurrió sin novedad. Estaba a punto de marcharme cuando mi hermano volvió de una reunión. Me pidió que pasara a su oficina antes de irme y así lo hice. Al entrar lo vi con cara de pocos amigos.
—¿Sucede algo malo? —le pregunté.
—No sé, tú dime...
—... —me encogí de hombros, extrañada.
—Entonces, según tú, todo está bien, ¿cierto?
—¿He hecho algo malo?, ¿no te gusta cómo hago las cosas? Porque tampoco es que tenga muchas responsabilidades a mi cargo...
—No, hasta eso; lo que se te ha encomendado lo has hecho bien.
—¿Entonces?
—El problema es tu actitud.
—... —Yo seguía sin entender y nuevamente me encogí de hombros.
—Supongo que ya conoces al Señor Pozos, ¿verdad?
Ahora comprendía de qué se trataba el asunto.
—Mira, ese Señor... aunque su posición en la empresa es algo meramente simbólico, ya que lleva años negándose a retirarse... Lo que sí, es que la empresa le debe mucho y por sobre todas las cosas, le tenemos mucho respeto. Nos reímos de sus chistes aunque no sean graciosos y cosas por el estilo... Entonces, lo que te pido encarecidamente es que trates de hacer lo mismo...
Yo guardé absoluto silencio. Estaba claro que el mentado Señor Pozos le había dado la queja de lo sucedido en el comedor.
—Entonces, quieres que apechugue cualquier cosa que me diga y que sea más condescendiente con ...
... él.
—Algo así...
—Bueno... Lo intentaré...
—Eso era todo, hermanita... Que descanses.
Traté de permanecer ecuánime mientras estuve a la vista de mi hermano. Pero al salir de su oficina exploté. No podía creer que mi hermano se pusiera del lado de ese viejo rabo verde. En vez de defenderme, me estaba pidiendo que aguantara sus “galanteos”. Así como ellos se reían de sus malos chistes quería que yo fingiera sentirme halagada por sus piropos y que encima se los agradeciera. El resto del día lo pasé malhumorada por la reprimenda de mi hermano.
Al día siguiente todo transcurría con normalidad, casi se me había olvidado el regaño de la tarde anterior, hasta que como a eso de las once del día vi llegar al Señor Pozos. Encima, además de inútil, el viejito llegaba a la hora que se le daba la gana y se marchaba de igual modo. No esperé demasiado tiempo, aproveché la ausencia momentánea de su secretaria y el que él apenas se estuviera instalando en su oficina. Fui a toda prisa y golpeé la puerta a pesar de que estaba abierta. Él volteó a verme con amabilidad, pero al reconocerme fingió indiferencia y preguntó sin voltear a verme, hurgando en unos papeles que tenía sobre su escritorio.
—¿Qué se le ofrece, señorita?
—Discúlpeme, señor; me temo que usted malinterpretó mis palabras de ayer, en el comedor...
—Ah, ¿sí?; ¿y de qué forma las malinterpreté si se puede saber?
—Es que en realidad lo que dije de que usted había descubierto el hilo negro, no fue porque usted me ...