Choque Térmico (Frío)
Fecha: 25/06/2017,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Mi difunto padre lo había dejado bien claro. A todos y cada uno de sus hijos le correspondería una parte de la empresa. Eso sí, cada uno de nosotros nos la deberíamos ganar a pulso trabajando en ella, desde abajo, de ser posible. Y ahí estaba yo, recién graduada y trabajando como una de las asistentes de mi hermano mayor, que había quedado como patriarca de la familia en ausencia de mi padre. En realidad éramos medios hermanos, ya que mi padre tuvo varios matrimonios, de modo que la diferencia de edades entre mi hermano mayor y yo era bastante grande.
Habíamos acordado que nadie sabría nuestro parentesco dentro de la empresa y que me presentaría como una chica que estaba llevando a cabo sus prácticas profesionales y que de acuerdo a mi desempeño se me daría oportunidad de trabajar de planta o darme las gracias. O sea que no se me regalaría nada, estaba en un periodo de prueba y tendría que ganarme un puesto.
Rápidamente me fui integrando e hice buenas migas con varias compañeras, especialmente con una de ellas con la que trabajaba muy cerca y con la que solía ir al comedor. A esa hora casi siempre coincidíamos con un ancianito cuyo puesto concreto nunca pude precisar, pero todos lo veían con mucho respeto. A mí desde un principio me había caído mal, sobre todo por su actitud de viejo verde, pues se la pasaba echando flores a diestra y siniestra. Afortunadamente a mí nunca me había dicho nada, y qué bueno, porque en ese asunto suelo tener muy pocas pulgas. Pero todo ...
... cambió un día cuando esperábamos turno para que nos sirvieran la comida.
—Qué dicha le regala su presencia a estos ojos que muy pronto se comerán los gusanos. Quiero decirle que es usted una muchachita muy guapa...
—¡Ay, muchas gracias, señor; qué lindo!... —le agradecí con una sonrisa por demás fingida, luego me giré hacía mi amiga y le susurré—: ¡Felicidades, usted acaba de descubrir el hilo negro!... ¡Viejo verde!... Ni que no tuviera espejos en mi casa.
Obviamente, el viejo alcanzó a escuchar lo que había dicho, por lo que su semblante alegre se transformó, mostrando una rara mezcla entre vergüenza y enfado.
Mi amiga y yo proseguimos nuestro camino rumbo al comedor, mientras el galante caballero del cretácico y su acompañante se quedaron rezagados, como haciendo tiempo para separarse de nosotras. Mientras transcurría la comida, mi amiga y yo charlábamos animadamente, yo de vez en vez miraba de reojo y me daba cuenta que los individuos en cuestión estaban muy serios, se diría que hasta molestos y pude notar que de vez en cuando el viejito me dirigía miradas de pocos amigos. Yo, sabiéndome observada exageraba mis ademanes y reía más de la cuenta, eso parecía molestarle mucho al viejito.
Cuando terminamos de comer, recogimos nuestras charolas y caminamos rumbo a la zona destinada a depositarlas. A propósito pasamos cerca de la mesa donde los dos hombres todavía estaban sentados.
—Así es, Robles; como te decía... “Fíjate que acabo de descubrir el hilo negro”... ...