1. Mi hermana vive alzada


    Fecha: 24/07/2019, Categorías: Sexo en Grupo Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos

    ... Daniel. Pero al entrar a la pieza, nuevamente la deshonra de Sonia ante mis ojos me voló la tapa de los sesos. La guacha estaba arrodillada en el suelo con la pija de mi hermano en la boca, solo con un shortsito, meta subir y bajar, chupar y atragantarse con cada penetrada profunda.
    
    ¡salí ya de ahí putita de mierda!, le grité, pero Daniel me tiró una cuchara que logró impactar en mi pecho.
    
    ¡dejala hey, que ando re caliente guacho… aparte, qué onda vos, mirate la pija que la tenés re dura gil!, tartamudeó Daniel algo más que de costumbre, y siguió gozando de la boquita de Sonia, que finalmente me mostró sus labios con toda esa leche impura apenas él acabó.
    
    La turra me sacaba la lengua, aún cuando la reprendí con otra cachetada. Ya nada la detenía.
    
    Al rato cayeron amigos de Daniel a saludarlo por su cumple, y ella siguió allí entre ellos.
    
    Mi viejo estaba día a día más descocado por el alcohol. A veces no quería ir ni a laburar. Mi madre lucía cada vez más avejentada, nerviosa y sin ánimos de arreglarse ni un poco. Mi hermano casi no pisaba la casa por aquello del fútbol. Había logrado firmar un buen contrato con Chacarita, y desde entonces no lo veíamos ni en fotos. Pero Sonia seguía fiel a sus instintos animales.
    
    Dos veces la pesqué en nuestra pieza rodeada de los mismos 5 pibes, con su boca y sus gomas recibiendo con descaro sus pijas duras como de piedra. La primera de esas veces la levanté de los pelos, y sin importarme el murmullo de los guachos le pedí ...
    ... que la corte si no quería problemas. Pero la muy zorra se dio el lujo de manotearme la pija sobre el pantalón y apretarla. Claramente comprobó el estado de mi erección, y creo que hasta divisé un brillo especial en sus ojos. Estaba en corpiño y bombacha, pegoteada y descalza cuando la dejé petear al último guacho que faltaba por acabar, y entonces los 5 salieron en fila india a la calle. Ella se fue a los minutos con Miriam, que la esperaba en la cocina.
    
    La segunda vez fue terrible, porque mi hermana estaba en corpiño y pañales, hecha pis y con leche hasta en el pelo. Esta vez ella recibía sus pijas acostada, balbuceaba cosas, hacía que lloraba cuando alguno le sacaba la pija de la boca y no paraba de abrir y cerrar las piernas con los talones en la cola y una mano queriendo entrar a su pañalín. Esa vez no la reté ni busqué amedrentarla. Solo opté por sentarme en el suelo junto a la puerta para que nadie pudiera entrar, y entonces la vi dejarse coger la boquita sin el más mínimo reproche. Ninguno usaba forros. Uno de ellos de vez en cuando pegaba su nariz a su pañal, la olía como a un limón recién nacido y volvía a pedirle paja o pete, según lo ocupada que estuviese.
    
    Mi calzoncillo se humedecía inexorable, mis huevos elaboraban más y más lujuria, y mi pene deseaba sumarse a esa boquita llena de saliva, pequeños moretones por los pijazos que los pibes le otorgaban cuando ella se les hacía la difícil y no la abría. Quería saltarle encima y morderle las tetas, pegarle con ...
«1...345...»