1. El chico de las galletas (3)


    Fecha: 22/06/2019, Categorías: Sexo Interracial Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Aún con las imágenes rondando mi cabeza, llegó el siguiente jueves, en el que se volverían a encontrar ese trío que nunca imaginé que podría estar compuesto por mi madre, su amiga y el chico negro que sin querer o más bien, pensándolo mejor, ¿habría sido él quien provocó la curiosidad de ellas? Eso no lo sabría pero en el fondo que importaba ante los hechos observados y que me destrozaron el corazón para siempre.
    
    De igual manera que la vez pasada, esperé en el parque hasta que vi al muchacho aparecer con dirección a mi casa. Lo seguí a prudente distancia y desde la esquina esperé que entrara, lo cual no demoró en suceder.
    
    Unos minutos después, me acerqué y abrí la puerta de mi casa con mucho cuidado de no hacer ruido, y observé por las cortinas hacia la sala. Vacía, no había dudas que una vez más estaban en el cuarto de mis padres. Sin demora fui por el pasadizo y desde ahí ya escuchaba las voces de los tres, apuré el paso hasta el patio y me deslicé hasta la abertura de las cortinas y así quedó todo a mi vista.
    
    Para mi sorpresa aún estaban vestidos, aunque echados en la cama y mientras conversaban se prodigaban múltiples caricias.
    
    - Y, ¿aceptan lo que les pido?- preguntó el muchacho a las señoras.
    
    - Por supuesto que yo sí. –respondió la madre de Fernando, volteando a ver a mi madre.
    
    - Bueno yo también.- dijo anticipando en su rostro lo que avecinaba.
    
    Yo no tenía idea de cual era la propuesta que les había hecho el chico pero intuía que no sería de mi ...
    ... agrado. Y los tres procedieron a desnudarse con la naturalidad de las veces anteriores y de saberse amantes. Quien hubiera podido imaginar que dos señoras podían caer a los pies de un muchacho, al cual fácil doblaban la edad pero que con su descaro y su grotesca desproporción genital, las había hecho caer en ese nuevo mundo y hasta antes desconocido de la infidelidad.
    
    Una vez más sus cuerpos se me mostraban tal cual vinieron al mundo, el de mi madre y la señora Julia tan blancos, maduros pero muy bien conservados y el del chico, negro como la noche. Inmediatamente él se acostó en la cama dejando a la vista su descomunal anatomía, que ya comenzaba a crecer en su totalidad. Ni corta ni perezosa la madre de Fernando se acostó cerca de la entrepierna del negro, mientras su mano iba deslizando de arriba abajo la piel de ébano que dejaba al descubierto un glande morado y gigantesco. Luego fue mi madre quien se acostó al otro lado del muchacho y así, al unísono, las dos señoras le daban una pajeada a ese maldito que disfrutaba como un cerdo en su chiquero.
    
    La lengua de mi madre degustaba los contornos de los huevos inflamados, como si no volviera a probarlos nunca más en su vida y su amiga subía y bajaba la cabeza ayudada por la mano del negro que permitía que la señora se tragara buena ración de su verga. Como buenas amigas, intercambiaban de lugares y así disfrutar de cada trozo de carne, para diversión del chico que susurraba al cielo: "Dios, Dios que buenas señoras" y yo por ...
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