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Mi amiga Inés
Fecha: 22/06/2019, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... mío y se la introdu- jo para empezar a subir y bajar con intensidad. Parecía disfrutarlo mucho más de esta forma. Sin parar de saltar sobre mí se inclinaba y me besaba o volvía a erguirse. Le encantaba besar y acariciar mi pecho. Yo sentía un placer enorme ya que en mis anteriores relaciones me había acostumbrado a recibir y a mamar y no solía recibir este tipo de estimulación en mi polla. El momento mágico terminó de golpe cuando me ordenaron darle por el culo. Fue ella la que tomo la iniciativa, supuse que después de lo ocurrido ya poco le importaba. Sin embargo yo la volteé poniéndola cara a mí. Esa posición no me parecía tan humillante para ella, y además a mí se me daba bien por alguna experiencia con algún chico. La situé en la posición que quería y la empecé a meter lo más suavemente que pude. El primer momento fue peor pero luego entró con facilidad. No se como conseguí distraerme y que me bajara la erección, con lo que todo fue mucho más llevadero. Inés dentro de lo que cabe lo estaba soportando bien. Por suerte noté que me empezaba a venir el orgasmo. La saqué y se la volví a meter en el coño. De repente Inés empezó a ...
... gemir y a moverse con más intensidad, sentía su vagina contraerse sobre mi polla, y un orgasmo realmente largo convulsionó su cuerpo por momentos. Esto me estimulaba aún más hasta que no pude aguantar más y me corrí. Este momento fue muy duro, me di cuenta de que ellos no se habían corrido dentro de ella y era yo el que lo estaba haciendo. Llevaba toda la tarde deseando que no lo hicieran y sin embargo yo lo acababa de hacer abundantemente. Realmente era una tortura propia de una mente enferma. No me asombré cuando nos pidieron que les ayudáramos a terminar la paja que se es- taban haciendo mientras nos miraban. Se corrieron casi a la vez sobre nuestras bocas y caras y por supuesto antes de tragarlo Inés y yo tuvimos que compartirlo y mezclarlo en nuestras bocas. Parece que esto fue suficiente, y sin decir nada se vistieron y no tardaron en marcharse. Cogí un pañuelo y limpié su cara de semen así como la mía. Después unimos nuestros labios y no dejamos de besarnos durante minutos. Con ese beso nos lo dijimos todo. Yo no sabía si esto podía llegar a al- guna parte pero estabamos más unidos que nunca. Ya desde esa noche durmió en mi cama.