El cuartel dentro de mi
Fecha: 27/05/2019,
Categorías:
Gays
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... y Roberto emitía un quejido. Tenía toda la verga húmeda por mi saliva cuando me dijo que me volteara. Le ofrecí mis espaldas que acarició de arriba abajo, primero con sus manos, luego con su lengua. Tendido en el piso me acomodó su instrumento pero no me penetró de golpe. Me pasaba su gruesa cabeza por el trasero, lubricándolo con mi saliva impregnada en su macizo y con el líquido preseminal., arrancándome gemidos de placer. Luego me introdujo uno de sus dedos, y enseguida dos, masajeando directamente mi orto. Yo no cabía en sí de gozo. Me tenía prendido. Cuando sintió que había llegado el momento colocó su punta afilada en mi orificio anal presionó un poco. Sentí su glande amenazando mi entrada como un poste. Su dureza era comparable a la piedra en ese momento. Sentí tres o cuatro picotazos, pero aquella inmensa mole no entraba, Mi esfínter estaba totalmente cerrado. Volvió a colocar saliva en su mano y la aplicó directamente en mi culo.
Todo mi trasero estaba humedecido. Sentí cuando volvió a la carga y una punzada de dolor indicó que me estaba penetrando. Traté instintivamente de sacarme, pero él me tomó firmemente de los costados y dijo, con la voz ronca por las ansias: Aguanta, aguanta, ya está entrando. Y sí, sentí como se verga entraba hasta mis adentros como una sensación quemante. Nunca había sentido algo así, pero tampoco me había cogido un macho con una verga tan grande como ésta. Roberto celebró su entrada con un rugido triunfal, un ahhh… que inundó la ...
... habitación. Y ya fuera por el contagio, o porque yo estaba sufriendo, emití también un ahhh que significaba que estaba sintiendo su preciosa virilidad dentro de mí. Y apenas había introducido la mitad. El resto se metió con un nuevo movimiento de su pelvis, vigoroso, rápido, que me arrancó otro quejido. ¿Te duele? Dijo él. Yo dije que sí. ¿Eres virgen? Preguntó. No, dije, lo que pasa es que jamás había tenido algo tan grande.
Y era cierto. Descuida, agregó, te la voy a meter despacito. Y empezó un suave vaivén, lento y acompasado, un leve movimiento apenas que contribuyó a lubricar más mis paredes y me arrancó los primeros gemidos de placer. Luego fue más rápido, y enseguida más rápido. En cada arremetida yo pujaba, sintiendo ese falo explorando todas mis entrañas. Sentía algo raro en mi pecho, en mi garganta, un calor que inundaba mi cuerpo, una sensación ardorosa y placentera que empezaba en mi recto y terminaba en mi cara, en mi lengua, en mis labios. Mis labios se resecaban constantemente obligándome a lubricarlos con mi lengua. Y aquella cosa entraba y salía, entraba y salía, produciéndome escalofríos. De repente se salio y dijo: quiero que te montes en mi palo.
Se acostó, y con sus manos apuntaló su verga que quedó mirando al cielo. Yo veía su cabeza roja, palpitante, y apenas podía creer que unos segundos atrás la tenía metida en mi trasero. Me acomodé como pude, y me dejé caer. Para mi sorpresa su verga entró de inmediato. Y empecé a moverme hacia arriba y hacia abajo ...