1. El cuartel dentro de mi


    Fecha: 27/05/2019, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Mi tía tenía un restaurancito y yo atendía a la clientela, junto con mi prima, mientras mi tía y un ayudante trabajaban en la cocina. Había llegado yo de un pueblo a dos días de camino en un camión de tercera con la idea de proseguir mis estudios con la ayuda de mis tíos. Y estaba obligado a portarme bien. Me lo había prometido muchas veces durante los cuatro meses que tenía, y había cumplido trabajosamente.
    
    Como el restaurantito estaba cerca de la zona militar, al local acudían frecuentemente muchos soldados del cuartel en sus días francos, unas veces con uniforme y otras vestidos de civil. Entre ellos estaba Roberto. Era guapo, con unos ojos oscuros y una cara de adolescente todavía, casi sin barba ni bigote, pero eso sí, con un cuerpo de tentación que se adivinaba debajo del uniforme. Practicaba mucho ejercicio y hacía karate, según supe después. Por supuesto, tenía unos bíceps que llamaban inmediatamente mi atención cuando llegaba en camisas de seda coloridas, y sus manos gruesas y callosas me provocaban escalofríos cuando me entregaba el dinero para pagar su consumo. Por ese tiempo empecé a soñar despierto imaginando su cuerpo desnudo, y me pajeaba poniéndome cosas en el culo imaginando que tenía dentro su verga que ni siquiera conocía. Claro, también recordaba a mi vecino, allá en el pueblo, con quien me juntaba para masturbarnos en medio del bosque donde recogíamos leña o cazábamos conejos. Bastante excitado me dijo un día: déjate, y me dejé que me metiera su ...
    ... leño de adolescente aún. Después vino mi primo, y un amigo de mi primo, y hasta aquí llegaban mis experiencias, no demasiadas y ni siquiera tan excitantes, pero que ya me habían provocado un gusto.
    
    Pero en esta ciudad yo había jurado portarme bien, y lo estaba haciendo. A lo más que llegaba era a irme al cine, los días de descanso, a ver cualquier película boba para adolescentes, porque en las salas de adultos no me dejaban entrar, debido a mi edad. Tal vez se creían que yo ignoraba tantas cosas, cuando la verdad era que ya había averiguado mucho de la vida.
    
    Y fue en el cine donde volví a ver a Roberto. El estaba formado varios lugares delante de mí en la cola del cineteatro, y se ofreció para comprar mi boleto. Me ruboricé cuando le dije la película a la que iba, y como única explicación le dije que no me dejaban entrar a la otra. Le dije cuánto deseaba ver esas películas para adultos, y sonriendo me dijo: yo tengo algunas en casa, si quieres verlas. Acepté, y nos salimos de la fila para ir a su casa.
    
    Tenía un pequeño departamento con una habitación y dos camas. Su compañero de cuarto estaba de guardia en cuartel, y teníamos el departamento para nosotros solos, y además yo tenía permiso para volver hasta las 11 de la noche a casa de mi tía, así que teníamos tiempo para ver dos o tres películas, pensé. Roberto me enseñó dos para que yo escogiera, una romántica y otra de sexo. Escogí la segunda. Roberto mi miró y sonrió maliciosamente, y luego puso el cartucho en la ...
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