... entonces en esa posición me agarró por la cintura y tiró de mi hacia atrás. Se levantó y a mí con él mientras no dejaba de tenerme ensartada y me puso a cuatro patas en el suelo.Helena se sentó delante de mí y me sujetó las manos. Duncan volvió a bombear dentro de mi ahora muy dilatada concha, haciendo que varias oleadas de placer volvieran a recorrer mi cuerpo. De pronto la sacó y volvió a intentar meterla en mi ano. Yo estaba rendida, no podía moverme y Duncan aprovechó para tomarme por la cintura con una mano mientras se tomaba la verga con la otra, tratando de meterla en mi culo.Esta vez no lo hizo con mucha delicadeza, sino que se puso a taladrarme de manera brutal y furiosa…Fue empujando hasta que sentí toda su verga negra entera dentro de mi ano. El dolor era tremendo, le imploré a Helena que terminaran, pero ella sonrió y me dijo:“Aguanta un poco, amiga, que ahora empieza lo mejor”. Acto seguido Duncan comenzó a bombear dentro de mi culo con más potencia. Con cada estocada lo sentía más adentro y poco a poco el dolor se fue transformando en un ligero placer.El negro siguió bombeando dentro de mi culo y finalmente Helena me soltó las manos cuando escuchó el primer gemido de mis ...
... labios. Duncan siguió bombeando salvajemente. Cada vez me gustaba más lo que me hacía…Así siguió un largo rato hasta que repentinamente se detuvo y me sacó la pija del culo.Yo caí rendida al suelo y Duncan se acercó a mi cara, para refregarme su dura verga contra mis labios. Consiguió que los abriera para recibir esa magnífica pija negra que me había sodomizado tan duro.Apenas me la metió en la boca, el negro acabó rugiendo como un salvaje.Después me relajé y me abandoné hasta quedar inconsciente.Cuando recuperé la conciencia, pude oír los aullidos de Helena desde su habitación. Me acerqué silenciosamente a la puerta y allí estaban ambos. Mi amiga en cuatro patas sobre la cama matrimonial, jadeando y gritando sin control mientras Duncan la cogía por el culo de manera más brutal que lo que había hecho conmigo.Me vestí en silencio y me fui sin saludar, para no interrumpirlos. Me costaba caminar, el culo me ardía mucho y me dolía, pero la cogida había sido gloriosa. Ese negro era una verdadera máquina de garchar… envidiaba a Helena por tenerlo siempre disponible para cogerla cuando a ella se le antojaba, pero mi amiga no era egoísta para nada, ya me daría otra oportunidad para gozar de “su amigo”…