Una segunda vuelta con el morocho jamaiquinoEl fin de semana siguiente a la tremenda cogida que me había pegado Duncan, el negro jamaiquino “amigo” de Helena, mi fiel y sufrido Víctor estaba de viaje; así que acepté encantada cuando mi amiga me invitó a su casa, ya que ella también estaba sola… pero no tanto…Cuando llegué, Helena me recibió casi desnuda, lamiéndose los dedos manchados con algo que imaginé era esencia masculina. Entre sus piernas se deslizaba algún líquido pegajoso también… Me imagine que eso le pertenecía a Duncan.No me equivocaba; allí en medio del salón estaba ese negro gigantesco, completamente desnudo, acostado en un gran sillón, con su verga negra erecta apuntando hacia el techo.Helena sonrió y me comió la boca en un beso muy profundo; su lengua me hizo sentir el gusto a semen de su amante jamaiquino.Duncan sonrió al verme, se levantó y se acercó, llamándome “bitch”…En dos segundos sus enormes zarpas me dejaron sin mi liviano vestido de verano y con un par de rápidos movimientos, mi breve tanga se desgarró entre sus manos. Simulé estar enojada y protestar, pero sus dedos enormes entraron de golpe entre mis labios vaginales ya humedecidos.Enseguida me volteó sobre el sillón, abrió mis piernas, poniendo mis tobillos sobre sus hombros y casi enseguida pude sentir esa gruesa cabeza de su enorme anaconda que comenzaba a invadirme sin piedad.Cuando Duncan me penetró me sentí en otro mundo, el placer era inmenso y tardé menos de veinte segundos en alcanzar mi ...
... primer orgasmo.Helena largó una sonora carcajada y enseguida se inclinó a besarme apasionadamente, mientras su amigo me bombeaba cada vez con más ganas, sonriendo de haberme visto acabar tan rápido.Yo comencé a encadenar lo que creo que fue un orgasmo tras orgasmo o eso creo que era, un orgasmo continuo, no podía hacer nada; el placer era tan intenso que me inmovilizaba totalmente. No podía ver, ni sentir nada que no fuera esa tremenda verga negra taladrándome y haciéndome sentir como nunca me había sentido. Entonces Duncan se puso a bramar y le pedí que no me acabara adentro, ya que había dejado de tomar mis píldoras, pero él me ignoró y siguió bombeando hasta que sentí un intenso calor. Era como si de pronto un chorro de agua hirviendo me llenara el vientre. Fue dejando de bombearme poco a poco hasta que muy suavemente se recostó a mi lado, pero todavía con su pija bien dura adentro de mi vagina.Sentí que su semen se escurría entre mis piernas ahora cerradas y esa cálida humedad me volvió totalmente loca de placer. Acabe otra vez, casi sin moverme…Helena me enderezó, me puso a cuatro patas y comenzó a meter su boca en mi concha, lamiendo y buscando limpiarme todo el semen que me había dejado adentro su hombre, quien ahora se había ubicado frente a mi, tomando su enorme aparato negro con ambas manos, ofreciéndomelo para que se lo chupara. Mientras lo hacía intentaba concentrarme en esa maravillosa verga que comenzaba a otra vez a ponerse dura, pero la lengua de Helena en mi ...