El Picapiedra
Fecha: 20/06/2017,
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Autor: Hunter, Fuente: CuentoRelatos
Estaba yo de compras en un almacén cercano a Penonomé, un área minera. Entre los clientes vi a un tipo como de 1.78 de estatura, un poco musculoso, trigueño, de unos 30 años, cabello negro largo y lacio, cargaba unos jeans tan apretados que le marcaban no solo su paquetote sino también un tremendo culo. Cargaba unas botas sucias, llenas de tierra y una camisa de cuadros con chaleco de obrero. Viéndolo me quedé casi babeando. Un tipo como esos, así vestido, en ese lugar, era excitante. No pude menos que dar vueltas y vueltas por el almacén buscando una oportunidad para llegarle a este ejemplar de macho tan rico.
Me puse en el mismo corredor mirando de reojo, esperando mi oportunidad para buscarle conversación. Nada. Luego, muy acertadamente, me puse en la fila detrás de él en la caja. Que culote, como se mecían esas nalgonas cuando caminaba y como se tenía que ajustar el jeans tan apretado. De repente veo que el vendedor se enreda con las instrucciones de la máquina que compraba el mango este tan rico y me meto en la conversación a leer las instrucciones en inglés. Que conveniente, pienso yo.
Después de leer todo y explicarle lo que decía comencé sutilmente mi interrogatorio. De donde era, que hacía en la empresa, etc., etc. Se llama José y es de la ciudad de David. Está comprando esa pieza porque la necesitan en su trabajo. Vino de apuro y se regresa a su trabajo por 21 días más- Le di mi tarjeta de presentación como cortesía pero Uff. Solo de sentir su aliento a ...
... macho, sus cejas delgadas y cara de hombre e imaginarme esos labios gruesos y sensuales en mi verga quedé mareado.
Salí del almacén y me fijé en el tipo de nuevo. Su aire rudo era atractivo. Su indumentaria me decía que era uno de los trabajadores de confianza de la mina que siempre estaba en el mismo trajín. Arrancó el auto y se fue.
Dos semanas después….
Estoy entrando a cenar a un restaurantito en Penonomé y ¿a quién me topo en la fila? A José, el minero. De nuevo con sus botas sucias y pantalón ajustado. De nuevo con su chaleco de obrero, de nuevo esa arrechura que me invadía al ver al macho este. Lo saludo y conversamos. Está solo, vino a reparar nuevamente unas piezas que no le entregaran sino hasta el día siguiente. Me invitó a sentarme con él a cenar y ahí le saco más información. Casado, sin hijos, criado en el campo. Reparo en sus dedos toscos y gruesos, sus manos callosas y cara totalmente lampiña. Me comenta que se está quedando en una pensioncita barata, sin aire acondicionado y que encima sus jefes lo dejaron a pie ese día. Muy amablemente lo invito a tomarse un par de cervezas ahí mismo, Después de eso el que comenzó a interrogarme fue él y yo, haciéndome el tonto le comento que estoy tratando de remodelar una casa que tengo cerca.
A los 20 minutos me dice que se va antes que se acaben los buses. Claro, yo te llevo, le digo yo. En el camino le pregunto si no quiere llevarse unas cervezas a su pensión y por supuesto que acepta. Ya sentía yo esa tensión ...