... taladrar nuevamente. Entraba y salía; ingresaba y emergía, pero siempre sin dejar de ganar terreno. De manera que logró introducir hasta la raíz su larga y robusta verga en la, de por sí, hambrienta vagina.—¡Ya, ya! Ya chocó con el cuello de mi útero —exclamó ella.Alberto no pudo ir más lejos, así que esperó unos segundos a que el fondo de Norma se adaptara, le abrió las piernas más aún, y entonces empezó a menearse con holgura y sin pausa.No podía creer que en verdad se había podido “tragar” todo aquel instrumento. Yo veía el enorme pedazo de carne entrar y salir del cuerpo de Norma y no lo podía creer. Sentí un mundo de sensaciones en mi propio cuerpo. Como si aquél me lo estuviera haciendo a mí.En uno de esos empellones, Alberto debió hacerle daño, pues Norma le mordió instintivamente uno de sus hombros. Aquél reaccionó empujándose hacia delante en un ataque que arrancó de ella un alarido. Incluso me pareció advertir, en el abdomen de Norma, una protuberancia la cual creí provocada por la cabeza del glande de Alberto. Aquella enorme cosa parecía un monstruo que le saldría por el abdomen.Pero Norma aguanto. Incluso, luego, tuvo una verdadera sesión de variadas posturas sexuales con Sánchez Medina.Yo ya no pude contenerme y salí del clóset disparada. Me tiré en la cama, anhelante de recibir la misma atención que mi compañero de trabajo le había procurado a Norma, la esposa de nuestro jefe; quien desde ese día sería mi mayor amiga.Tanto Sánchez Medina como yo quedamos en ...
... silencio. De seguro le sorprendía verme allí. ¿Acaso también me cogería? Dudé en mi mutismo. Sin embargo, sin necesidad de palabra alguna, él me dio su respuesta: Su verga me señaló como demostrando sus intenciones. Me quedé de una pieza al ver cómo se movía. Cabeceaba como queriéndome decir: “vamos a darle”.Nunca había estado ante una pieza tan grande como la de Sánchez Medina, así que le brindé mis respetos; se la chupé con la mayor dedicación. Estaba dispuesta a gozarla intensamente.Sin mucho preludio (pues a pesar de haber beneficiado ya a Norma, Alberto seguía tan excitado y con el miembro tan parado como al principio) me ensartó de un solo golpe dejándome ir toda su hombría de un jalón, y hasta el fondo.Casi perdí el conocimiento debido al tremendo dolor. Pero, cuando reaccioné, disfruté aquel enorme invasor y me moví como poseída. Siguiendo el ritmo que él me marcaba me dejé llevar, ya que, gracias a lo que había visto apenas unos minutos antes, sabía que el hombre que tenía entre mis piernas gustaba de guiar la cópula (como si de una experta pareja de baile se tratara).Así me dejé conducir por los placeres y la felicidad hasta la consumación.Cuando me estaba viniendo, sentí como Alberto irrigaba mis entrañas con un río de esperma hirviente, el cual brotaba de su verga como volcán en erupción. Pese a esta conclusión, Alberto aún se movía provocándome todavía más placer. Yo me sentía agradecida.Tras un justo descanso, Norma y yo tuvimos una verdadera tarde de orgía con ...