... cama.Alberto no se dejó dominar por completo y, nada más estuvieron a la orilla de la cama, tomó a Norma de ambos brazos y la arrojó al lecho. Luego se lanzó sobre ella abriéndole los muslos con sus fuertes brazos, como si éstos fueran fórceps. Inmediatamente después, introdujo su lengua entre los tersos labios íntimos de mi amiga.Norma lanzó un alarido de placer. Él parecía todo un maestro del sexo oral, y se apreciaba en ella quien lo gozaba con intensidad. Su rostro expresaba un disfrute mayor al que ya le había visto padecer horas antes. Se notaba que el trabajo de Sánchez Medina era competente y esmerado; su succión era intensa. Desde donde yo estaba, podía escuchar muy bien los sorbos que él le hacía. Norma se desternillaba en gemidos de placer como nunca escuché antes.Ver aquello me estaba afectando. Sentada en el banquito en el que estaba, me comencé a dedear. Mientras oía que más sorbía Alberto, más me excitaba yo.Por fin él dejó de darle lengua, se recostó a su lado y fue el turno de Norma quien, ni tarda ni perezosa, se abalanzó sobre el falo como desesperada.Le costó trabajo introducirse en la boca la enorme y esponjosa cabeza, pero, abriendo al máximo su quijada, lo logró. Sus labios llegaban poco más abajo del nacimiento del glande.—Chupa, mi amor... chupa —gimió él.Ella se entregó como enajenada a la deliciosa tarea de saborear tan enorme falo. Yo, por mi parte, me alarmé pues, a medida que ella mamaba, más y más engrosaba la verga de Alberto. Al grado que ...
... temí que la asfixiara.Norma ya se la iba a sacar de la boca, pero, cuando se disponía a hacerlo, Alberto la sujetó de la cabeza impidiéndoselo. Ella no tuvo más remedio que engullirse incluso más del cilindro de carne.Sánchez Medina la compensó llevando su mano al sexo de Norma para masturbarla.Cuando él aumentó la velocidad de su toqueteo, Norma se sacudió en muestra evidente de que le había llegado el orgasmo. Al verla así, Sánchez Medina le sacó su pene de la boca y, colocándola boca arriba (con una almohada bajo las caderas), se dispuso a penetrarla.—Ábrete bien la puchita mi amor —dijo él.Norma abrió por propia mano la entrada de su sexo. Según parecía, lo que ella más quería en ese momento era sentir el tremendo instrumento de Alberto. Pero, cuando dio un notorio vistazo hacia mi escondite, pude darme cuenta que su mayor interés era que yo atestiguara eso.Sánchez Medina, con todo cuidado, tomó su propia masculinidad colocando la punta en la entrada de la vagina de mi amiga.Tan intensa era la excitación de Norma que empapó las sábanas previamente a ser penetrada. Estos mismos jugos facilitaron la introducción inicial, pero, a medida que la enorme lanza avanzaba por el túnel, más se dificultaba el ingreso. Cuando él empujó con fuerza ella lanzó un alarido.—¡Más despacio! ¡¿O qué, me quieres matar?! —gritó Norma.A él no pareció importarle la queja. Sus movimientos tomaron un cariz horadante: empujaba con intensidad y retiraba sólo lo suficiente como para tomar impulso y ...