En ese momento sonó el timbre. Norma se levantó y la escuché hablar por el interfono con la recepción del edificio. Dio instrucción de dejar pasar a un visitante.Al regresar, debió notar mi expresión inquisitiva en mi rostro, pues enseguida me dijo:—Es Alberto.¬—¿Qué Alberto?—Sánchez Medina.—¿El Jefe de Personal de la fábrica? —le pregunté sorprendida.—Sí, le llamé cuando te dejé sola con los chicos. Tiene la mejor verga que hayas visto.—Pero... ¡¿Cómo?! ¡¿Ya viene para acá?! —le espeté alterada.—Sí, ya debe de venir en el elevador, no tardará en entrar. No te preocupes, y no te pongas nerviosa —me dijo Norma, seguramente viendo mi estado.—¡No... no quiero que me vea así! —grité, consciente de mi propia desnudez bajo la bata de baño que llevaba.—Tranquila, te va a gustar. Créeme, es uno de los mejores para coger.—No, no quiero. Date cuenta que somos compañeros. Trabajamos en la misma empresa. No quiero que... ¿tú sabes lo que pasaría si cuenta que...? —no pude terminar de hablar por mi nerviosismo.—Está bien, está bien, mira, escóndete en el clóset de la recámara, desde ahí podrás verlo sin que él se entere de tu presencia. Así podrás darte cuenta de lo especial que él es.Me metí al clóset y lo hice apenas a tiempo pues, unos segundos más tarde, oí su voz. Él y Norma conversaron brevemente. Poco después los vi entrar juntos a la recámara. Ambos se besaban apasionadamente.Alberto Sánchez Medina era un tipo sin duda varonil y apuesto. No por nada traía loquitas a la mayoría ...
... de las chicas que trabajan bajo su supervisión en la fábrica. Pero nunca me imaginé que tuviera este tipo de relación con la esposa de nuestro jefe.—Me dijiste que nos acompañaría una amiga. ¿Dónde está? —él cuestionó.—Tuvo que salir, pero no te preocupes, tal vez regrese —le escuché decir a Norma.Los cuerpos de ambos parecían reconocerse. Aún parados, se acoplaron con una naturalidad que ni siquiera vi, aquella mañana, entre Norma y su esposo. Alberto, con lujo de violencia, le arrebato la bata que la vestía, arrojándola a cualquier lado. Ella, ya desnuda, se veía estupenda.Luego él también se desprendió de su ropa. Fue en ese momento en que pude notar, por vez primera, qué tremendo vergazo le colgaba entre las piernas al Jefe de Personal, así es: Vergazo, no lo podría calificar de menos.—¡Jesús... qué verga! —exclamé, sin poder contenerme.Cubrí mi boca inmediatamente, temiendo que él me hubiese escuchado. ¡De verdad que Norma no mentía! Yo jamás había visto un pene así. Aquél bien podría competir en grosor y tamaño con el brazo de un niño de tres años. Me hice esa idea.Incluso, días más tarde, no quise quedarme con la duda y lo comprobé al visitar a mi prima quien tiene un hijo de esa edad. Al saludarlo lo abracé, y comprobé el grosor de su brazo con mis dedos. En efecto, las dimensiones de ambos miembros se asemejaban.—Vente, vamos a coger —le dijo Norma a Sánchez Medina, a la vez que de aquel pedazo grueso de carne lo tomaba.Sin soltarle aquella longaniza lo condujo a la ...