1. Travesuras con mi hermanita en el autobus


    Fecha: 18/12/2018, Categorías: Incesto Autor: LadyClarisa, Fuente: SexoSinTabues

    ... más. Usé la oscuridad para meter mi mano en mi bermuda y tiré de mi pene con fuerza para cortar el flujo de sangre. Estaba en una situación morbosa e indeseada, excitándome con una niña de diez años. —¿Qué haces? —me preguntó Darla, alumbrándome con su pequeña linterna que llevaba a todos lados. Mi mano cubría mi pene, y el foco dio directo sobre ella. Darla se asustó y apagó la luz. —Tonta. Avísame si estás despierta. Así no haré estás cosas. La luz volvió a prenderse y alumbró mi verga por segunda ocasión. —¿Por qué… está así? —preguntó con sorpresa—. No hay ninguna mujer aquí, solo yo. —Ahm… a los hombres se nos para sin querer —le mentí. Hablábamos en susurros. Levanté la vista para saber si alguien nos había oído. Dos sillas al frente, un señor parecía estar leyendo. El corazón me latía como loco—. Mira. —¿Qué cosa? Me bajé un poco más las bermudas y mi sexo erecto quedó a la vista de Darla. Ella rio cómplice, y ese simple gesto me hizo saber que ella aprobaba lo que sucedía. La curiosidad de una niña es algo peligroso. Darla se acomodó. Estiré el cuello para que nadie nos viera, y de un movimiento rápido me quité todos los shorts. Me masturbé mientras le nena no dejaba de mirarme. La linterna me apuntaba, y el reflejo de la luz me hizo ver que mi hermanita lo estaba disfrutando. El morbo se había apoderado de su infantil inocencia, y una parte de mí me decía que también debía de hacerlo. Dejarme llevar por aquello. —Darla —le susurré—. ¿Quieres chuparlo? —¿Eh? —Habló ...
    ... quedito—. No sé. —Hazlo —le acaricié la boca y la aproximé. Ella se resistió un poco. Aumenté la fuerza hasta que cedió. Me dio la lámpara y yo volví a estirar el cuello para ver si alguien nos estaba espiando. Nadie. Todo despejado. Darla se acercó más hasta que sólo estaba a una pulgada de mi glande. —¿Cómo se hace? —Sólo abre la boca y chupa. Trata de meterlo todo. Se llevó un mechón de pelo detrás de su oreja. Le apunté con la lámpara y entonces, anonadado, observé mi miembro ser engullido por aquella boca inexperta. Darla cerró los ojos y se acomodó mejor para no aplastarse los brazos. La sensación de estar dentro de su apretada boca, sentir la humedad de su saliva y el caprichoso movimiento de su lengua fue como un bálsamo que casi me hizo llegar al orgasmo. Una de sus manos sujetó mi polla y empezó a masturbarla. Noté mi prepucio bajar y dejar al descubierto toda mi carne, carne que ella se comía sin aviso y con muchas más ganas. También quería tocarla. Ardía en deseos de hacerlo, por lo que no me contuve. Llevé una mano hacia su pecho sin abultar y metí las manos dentro de su blusa. Darla me miró sin dejar de chupar, y luego, riendo, volvió a su labor. De repente una luz se encendió. —Alguien viene —dije. Ella se separó rápidamente. Me coloqué una mochila sobre el miembro erecto. Darla se hizo la dormida, aunque estaba despeinada y sudorosa. El hombre de enfrente se fue al baño del autobús. Darla se volvió a acomodar para chupar sin que le dijera nada. —Aguanta —le ...