1. Rosa, viuda fantástica


    Fecha: 16/12/2018, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... trivialidades.
    
    Terminando la cena, Rosa recogió los trastos con el mismo esmero que la sirvió. Me ofreció postre y me invitó a ver la televisión. Los niños no tardaron mucho en dormirse.
    
    Ella se sentó en el único sillón que tenía en la sala (los demás muebles eran sillines de caucho) y yo me senté donde caí. Sin embargo, ella muy diligente me dijo:
    
    -Oh, no te sientes ahí. Es muy incómodo -y se hizo a un extremo del sofá- ven siéntate aquí, que vas a estar más cómodo.
    
    Claro que no iba a rechazar la oferta que me estaba haciendo. El sillón era más cómodo y tenía a Rosa como compañía próxima. Me senté a su lado y ella comenzó a cambiar los canales de la televisión repetidamente. Parecía que estaba nerviosa. Yo en cambio, veía a ratos la rápida sucesión de imágenes en el aparato y por momentos las hermosas piernas de la muchacha, ya descubiertas del molesto delantal. Se le veían esplendorosas, aún cubiertas por el short de lona azul que llegaba a medio muslo.
    
    De repente, apagó el televisor diciéndome:
    
    Parece que no hay nada bueno en la tele en estos días, ¿verdad? Sí, -dije mecánicamente- Así parece. Qué te parece si mejor platicamos -propuso. Encantado -aseveré
    
    Luego hablamos de muchas cosas, unas más baladíes que otras. En cierto momento me sacó de las casillas cuando me preguntó: - Oye, ¿tienes novia? Sí... ¿por qué? Curiosidad, simple curiosidad... y... ¿han tenido... sexo? Pues... la verdad, sí. Ah... -hizo una pausa. Sabes algo, yo ya tengo casi tres ...
    ... años de haber enviudado y... ¿Y? Bueno, la verdad... desde entonces no lo he hecho.
    
    Yo guardaba un silencio expectante ante las palabras de Rosa .
    
    Y sinceramente... ¿Ajá?... -dije invitándola a terminar la frase que seguía y que yo ya había adivinado. Bueno... me muero de las ganas por hacerlo de nuevo -finalizó mientras una sonrisa nerviosa hizo presa de sus labios y bajaba tímidamente la mirada.
    
    Era el momento oportuno que yo ni siquiera imaginé poder tener. Yo me acerqué a ella, le alcé el rostro por la barbilla mirándola fijamente a sus grandes ojos cafés. Ella me volvió a sonreír y acercó su rostro al mío uniendo sus labios a los míos en una deliciosa libación. En ningún momento imaginé que Rosa fuese capaz de hacer aquello. Como hermana de mi amigo, siempre la respeté como una señora seria, muy mujer de su casa y fiel al recuerdo de un marido muerto en combate por su patria. ¡Cómo puede uno equivocarse!
    
    Mis manos sin quererlo yo, ya estaban sobre sus blancos muslos, recorriéndolos en toda su extensión. Podía sentir la tibieza de su carne sobre mis manos, tibieza que aumentaba considerablemente a medida las acercaba a su entrepierna.
    
    Ella, como con desesperación, aferró sus brazos a mi espalda, recorriéndola de arriba abajo y alzando mi camiseta, la cual quitó hasta dejarme el torso desnudo. Luego dejó el beso interminable sobre mis labios y bajó hasta mi pecho velludo, jugando con los pelos con sus labios y posesionándose después de mis tetillas con una ...
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