1. Me pasó por hambrienta y golosa


    Fecha: 04/08/2017, Categorías: Sexo Oral Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos

    ... acompañe adentro. Se lo dije con un dedo en la boca, y con la otra mano me desprendía los botones de la camisita.
    
    Sus ojos se clavaron en mis pechos y me siguió con desconfianza. Nunca había sido capaz de regalarme como una trolita de boliche, pero ese macho de aspecto rudo aunque sin caballerosidad era mi fantasía, y ahora lo tenía en el living de mi casa, sentado en una silla y observando cómo me quitaba la camisa y me subía la falda hasta las rodillas en medio de un baile que, de erótico no tenía un cuerno. Era suficiente para que mi atenta mirada se deleite con la prominente erección bajo su pantalón.
    
    Pensé que tenía un tamaño descomunal, pero cuando me le tiré encima para comerle la boca y bajarle el cierre y así apropiarme de su pene caliente como un fósforo recién encendido, vi que no llegaba a los 16 centímetros. Era una pija ancha, levemente húmeda, cabezona y de venas que formaban un tronco apetecible. Quería petearlo, oler esa pija, lamerla toda, llenarme la boca con el sabor de ese macho impaciente, que ahora parecía un perrito mojado, y más cuando mi boca le rodeó el flande.
    
    Mi lengua recorrió cada poro de su piel, su escroto, sus huevos, su ombligo y sus ingles. Mi olfato tenía urgencia por reconocer el olor de su semen, y mi saliva comenzaba a fundar pequeños ríos en su pija deliciosa. Nunca había chupado una verga con tanta dedicación y esmero.
    
    ¡Qué rico la chupás morocha, te la doy toda, qué perra sos, quiero verte en bolas bebé!, susurraba ...
    ... entretanto que mi garganta hacía cada vez más espacio a sus envestidas y sus manos me arrancaban el pelo. Me detuve para sacarme el corpiño y entonces ponerle unos segundos las gomas en la cara, para darle el gusto de que me las chupe como seguro anhelaba.
    
    Aquello terminó por enloquecerme. Le pedí que me quite la falda y me agaché para fundir mis tetas en su carne tiesa donde las froté con impunidad, y él derramó toda su lechita como una explosión de estrellas que salpicó hasta mi rostro. Me fascinó oír sus jadeos a la hora de eyacularme violento y vanidoso, porque en ese momento dijo varias veces que me iba a ahogar de leche, aunque no estuvo tan errado.
    
    Pero yo quería más. Así que le quité su remera sudada, le colmé de besos el pecho y los hombros, le mordí las tetillas con ternura, le restregué las tetas por todo el cuerpo y después me senté sobre su pija para pegar mi culo en ella y moverme suavecito. Le hice una pajita contra mis nalgas, le pedí que me chupe la concha si se la bancaba, y un poco me decepcioné cuando dijo que eso no le cabía. Pero luego, tal vez apenado por mi bajón temporal me tomó en sus brazos, me sentó en la mesa encima de la caja de pizza, me bajó la bombacha, la re olió y me abrió las piernas.
    
    ¡Cómo no te la voy a chupar pendejita, mirá cómo estás guacha!, dijo con su boca a un paso de poseerme. Era cierto que nunca me había mojado tanto. El contacto de su lengua en la entrada de mi vagina me estremeció y gemí. Eso lo animó a colarme un dedo ...