Heil mama (Cap. 7)
Fecha: 01/08/2017,
Categorías:
Fetichismo
Autor: DocJoliday, Fuente: CuentoRelatos
... viciosa como cualquiera. Hay que darle una lección.
—¿Una lección? Paco... Tú lo que quieres es... Follártela, ¿no? — Se encogió un poco, como si temiese que fuese a abofetearla por decir eso.
—Ya sabes que sí. ¿Algún problema?
—Ninguno. Uff... Solo de pensarlo me pongo a cien. —Movió un poco los muslos, se mordió el labio y suspiró —. Si yo tuviese un hijo de tu edad no tendría que decírmelo dos veces. Le dejaría hacer lo que quisiera con su mami.
—Con mi madre no va a ser tan fácil. Pero tú me vas a ayudar.
—Te ayudaré. Pero... No vamos a hacerle daño, ¿verdad?
—No. No mucho, espero. Después de todo es mi madre, y la quiero.
—Yo también quiero muchísimo a mi hermana.
—Pues le demostraremos lo mucho que la queremos. ¿Qué te parece?
—Me parece... Mmmm... Estupendo —dijo Merche. Separó los muslos y metió la mano dentro de sus bragas rosas. La tela estaba empapada y soltó un largo suspiro cuando comenzó a tocarse.
—Dime, tita, ¿tienes pasta? —pregunté. Acaricié uno de sus muslos, suave y moreno, que ella había puesto sobre mi rodilla.
—Sí... Toda la que... Ufff... Toda la que quieras. Mi ex-marido era un... Inútil, pero al menos... Uuuhg... al menos tenía dinero.
—Muy bien, perrita. Iré a comprar unas cosas, y después te contaré lo que he pensado. —Moví la mano hasta su entrepierna y moví sus bragas hacia un lado, dejando a la vista el chocho depilado y chorreante. Pero antes vamos a hacer algo con esta calentura que tienes.
Me saqué la ...
... tranca, que continuaba dura y con ganas de guerra. Sin quitarle las bragas siquiera, coloqué a mi tía bocarriba en la cama, con las piernas bien abiertas, y le eché un polvo rápido y brusco. Se corrió antes que yo, metiéndose un puño en la boca para no gritar demasiado, aunque mamá todavía no había vuelto y estábamos solos en casa. Sus fluidos empaparon mis sábanas, y poco después una serie de furiosas embestidas terminaron con mi polla escupiendo una buena cantidad de leche sobre su cara y su boca abierta. Mientras nos limpiábamos, le conté mi plan, y a ella pareció encantarle. Después me dio su tarjeta de crédito y las llaves de su piso en el centro. Salí a la calle, saboreando la anticipación y regodeándome en mi propia perversidad.
Volví a casa a la hora de comer, a la misma hora a la que solía regresar de mis clases. Me senté a la mesa, frente a mi tía Merche, quien me guiñó un ojo y acarició la pernera de mi pantalón con el pie bajo la mesa. Ambos miramos a mi madre sin disimulo, como dos lobos acechando a una corderita. Ella estaba de espaldas junto a la encimera, llenando los platos con un humeante guiso. Me pregunté si las marcas que las manazas del negro habían dejado en sus pálidas nalgas seguirían ahí, bajo la fina tela de su vestido. Si todavía sentiría en la boca el sabor del semen y un cosquilleo en la entrepierna al pensar en el enorme cipote del cura. Se sentó a la mesa y parecía la de siempre, la misma expresión dulce y un poco triste, la misma sonrisa ...