1. Heil mama (Cap. 7)


    Fecha: 01/08/2017, Categorías: Fetichismo Autor: DocJoliday, Fuente: CuentoRelatos

    ... como solía vestirse cualquier día para salir a hacer la compra, un vestido discreto, incluso más largo de lo habitual, pues la falda le llegaba casi a los tobillos. Llevaba zapatos planos y su bolso marrón colgado del hombro. Caminaba como siempre, con paso enérgico, ajena al sensual e involuntario movimiento de sus nalgas. Subió los desgastados escalones del templo y desapareció por la gran puerta de madera.
    
    Yo salí de la cafetería a toda prisa. No era posible. Había entrado, pero no iba a hacer lo que el cura me había dicho. Seguro que solo había entrado a encenderle una vela a la Virgen o a rezar un poco. Entré en la iglesia y no había nadie. Los bancos estaban vacíos, reinaba el silencio y el ambiente era fresco y solemne. Sentí cierto alivio al comprobar que el confesionario estaba vacío. ¿Dónde carajo estaba mi madre? Me quedé muy quieto al escuchar un leve chasquido al fondo de la iglesia, en la zona del altar. Entonces recordé que detrás del templo había una pequeña casa, pegada al antiguo edificio, que servía de residencia al párroco. El padre Tomás había vivido allí durante décadas, y ahora seguramente la ocupaba Josué. También recordé que la vivienda se comunicaba con la iglesia por una pequeña puerta, medio oculta entre retablos y cortinajes. No quería arriesgarme a ser descubierto así que corrí hacia la calle y fui hasta el callejón que había detrás de la iglesia.
    
    Allí estaba, una vieja casa de una sola planta. A juzgar por la altura del tejado debía tener ...
    ... el techo alto. Caminé alrededor, nervioso, y solo encontré ventanas con rejas, cerradas a cal y canto desde dentro, al igual que la puerta principal. No podía ver nada. Ya estaba a punto de volver dentro de la iglesia y jugármela entrando por la puerta trasera, cuando vi un pequeño tragaluz cuadrado en la fachada lateral, cerca del tejado. Si trepaba a las rejas de la ventana podría asomarme por ahí, y así lo hice. El tragaluz tenía una pequeña reja negra, pero nada más. Podía ver perfectamente el interior de la casa, pegado al muro como una lagartija.
    
    Lo que vi fue una especie de sala de estar, de mobiliario escaso y austero. Una mesa camilla, un par de viejos sillones, un armario y poco más. En la pared colgaba un calendario con imágenes de santos y un cuadro de la Virgen María con el niño Jesús en brazos. ¿Qué haría Jesús? Me pregunté. ¿Qué habría hecho nuestro Salvador si un negro le hubiese dicho que su inmaculada madre le vaciaba los huevos a diario? Transformarlo en rata, o algo peor. Y allí, sentado en uno de los sillones, estaba mi archienemigo, el padre Josué, vestido con su chándal gris. Más que un sacerdote parecía un jugador de baloncesto, tal era su altura y corpulencia.
    
    El cura sonreía y movía los gruesos labios, como si hablase con alguien que quedaba fuera de mi vista. Desde mi posición no podía entender las palabras, solo escuchaba un murmullo. Entonces apareció su acompañante, acercándose al sillón. Era una mujer, un vestido azul oscuro con diminutos ...
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