1. Leo


    Fecha: 20/08/2018, Categorías: Hetero Autor: dont343, Fuente: CuentoRelatos

    ... alegro de verte por aquí! este chico necesita buena compañía.
    
    - Si, hemos estado hablando esta mañana y me ha invitado a comer ¡por cierto!, no sé si sabes que Antón es un cocinero excelente
    
    - Bueno, todavía no me ha invitado a eso; solo a tomar café y alguna cosilla más, pero todo se andará ¿verdad Antón?
    
    Ronald, había llegado con una maleta y una bolsa de mano que soltó nada mas entrar y colocó junto a la pared
    
    - ¡claro hombre! pero primero vamos a montar la mesa ¿no? dijo Antón.
    
    Ronald cogió la maleta que había traído, que era una mesa de masaje, pero al abrirla, se le cayó un tornillo.
    
    -¡Vaya! ¡ya se ha vuelto a salir!
    
    - Antón ¿te importaría darme la llave para poder apretarlo que llevo en la bolsa de mano?
    
    - ¡por supuesto! Y se arrodilló a buscarla.
    
    Enseguida sentí como Ronald me tocaba en el brazo y, mirándome, dirigía su mirada hacia Antón, que buscaba afanoso dentro de la bolsa.
    
    La vista de ese culo era muy muy excitante y los gestos de Ronald no dejaban lugar a dudas.
    
    - Pffff…
    
    ¡La verdad! me sorprendió que fuera tan directo
    
    Después de buscar un rato por fin, dio con la llave; pero, cuando se la entregaba, se le cayó de las manos.
    
    Rápidamente Antón volvió a arrodillarse para mirar donde había caído, se había colado debajo del pequeño sofá
    
    Esta vez podíamos verle hasta los pelos del culo que se le salían por la ...
    ... pernera de los calzoncillos.
    
    - ¡vaya se ha ido hasta el fondo!
    
    Yo, activé mi microcámara para quedarme con esas imágenes; mientras agachado miraba bajo el sofá pero, Ronaldl me miró y gesticulando me insinuó la posibilidad de follárnoslo ahí mismo.
    
    - ¡Joder! menos mal ya la tengo; y se levantó con la llave en la mano. A ver si por fin montamos la mesa.
    
    - Bueno, ¡anda a poner esos cafés mientras Ronald y yo ponemos la mesa a punto!, dije.
    
    Susurrándome en el oído Ronald me decía
    
    - ahora le vamos a dar un masaje a cuatro manos, ¿te apetece? y no te preocupes por nada, ya verás que dócil es le gusta que le soben y se deja hacer de todo.
    
    Yo estaba mirando hacía la puerta, en espera de que Antón apareciera, para ayudarle y no dejaba de sorprenderme la naturalidad con la que Ronald me hablaba acerca de lo que hacía con Antón cuando bajaba a tomar café con él pero también me sentía excitadísimo por ver, con claridad, que iba a conseguir follármelo esa misma tarde.
    
    El vecino de arriba era un señor que no bajaba de los sesenta y pico. No sabía la edad, nunca tuve interés en ello ¡claro está! pero le gustaban los chicos; como a mí y a demás, gracias a él, disfrutaría de mi vecino más de lo que yo hubiera imaginado. Estaba claro que era un golfo y que había conseguido a uno de los mejores ejemplares de nuestra raza para satisfacer su vicio que también es el mío. 
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