1. Yago (Introducción)


    Fecha: 27/06/2018, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: dont343, Fuente: CuentoRelatos

    Se despertó aterida de frío, entre matorrales y envuelta en esa manta que había conseguido robarles a los campesinos; y empezó a recordar lo sucedido...
    
    La tarde anterior, habían entrado en el pueblo para comprarle algo a Celeste, que acababa de dar a luz.
    
    - Solo serán unos minutos, le dijo a Tinet.
    
    Y bajó de la carreta para entrar en la casa del alcalde.
    
    Sara, su mujer, solía traer sedas de oriente para venderlas entre las mujeres más adineradas del pueblo, además de telas, que estaban de moda en París, y otras cosillas, de interés, para cualquier mujer.
    
    Pero, a Yago (su esposo), no le hacía mucha gracia que hubiera entrado en el pueblo con ellos.
    
    Compró algunas piezas de tela y un montón de chucherías. Pero, como no se fiaba de la criada de la casa; al salir, comprobó que todo estuviera bien empaquetado…
    
    Y cuando se disponía a avisarles para que la ayudaran con los bultos, pudo ver como los alabarderos del Marqués se los llevaba detenidos.
    
    ¿Qué estaba pasando?...
    
    Los soldados habían empezado a hostigarlos, con la clara intención de tener una excusa para poder meterlos en el calabozo; le dijo una joven que estaba cerca de ella mirando como los metían en la jaula.
    
    - Y su reacción, ¡claro está!, ha sido que han empezado a pelearse, continuó diciendo la joven…
    
    - ¡Algunos soldados han salido mal heridos!, pero un grandullón ha empujado al más joven y ha caído contra el empedrado. Ya no he podido ver mas, ¡Señora!
    
    Laurie, solo veía como ...
    ... los metían en la jaula... y se los llevaban; y sintió una gran desesperación.
    
    - Pero ¿por qué?, se preguntaba una y otra vez…
    
    ... y con ese único pensamiento en la cabeza, oyó el ruido producido por los cascos de un caballo que se le echaba encima.
    
    - ¡ELLA ES LA CAUSANTE!, oyó gritar al capitán.
    
    Y, enseguida, sintió sus fuertes manos, que la agarraban por la cintura y la elevaban hasta colocarla entre sus piernas, sobre su precioso alazán.
    
    Los paquetes se quedaron en el barro, y las chucherías rodaron hasta el arroyo que bordeaba esa parte del pueblo.
    
    - ¿Porque nos detenéis?, preguntó Laurie, sin dejar de patalear, mientras cabalgaban.
    
    - ¡Calla, ramera!
    
    El capitán Salazar, llegó hasta la primera línea de la formación y continuó dirigiendo su regimiento en dirección al castillo en el que tenían su acuartelamiento.
    
    Y el alboroto producido por el paso de los soldados y la detención de Yago y sus amigos, se fue convirtiendo en un ir y venir de la gente del lugar; muy parecido al que se producía al final de un día de fiesta.
    
    Pero, el avance de la tropa se iba desarrollando entre risotadas e insultos a los detenidos; a los que se les acusaba de traición…
    
    Los insultos iban en aumento... y comenzaban a sonar con una vulgaridad irritante, en opinión del capitán, que de repente, pegó un tirón del bocado y obligó a su corcel a girar violentamente. Avanzó, en dirección contraria a la de la tropa, y les amenazó con un fuerte arresto, si oía una palabra ...
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