... tío aquel mordisqueándole el cuello mientras la estaba follando. Obviamente ni me habían oído entrar ni me había visto. Yo estaba sorprendido de mí mismo, en lugar de enfrentarme a ellos a golpes, pues los tenía a mano, me encontré colocándole suavemente un poco más hacia el lateral, y me coloqué casi justo detrás de ellos, pero a su izquierda porque ellos tenía sus caras más inclinadas a su derecha. Entonces pude ver bien que no sólo la polla de su amante entraba y salía del culo de Mariluz, sino que sus huesos huevos golpeaban contra el jugoso culode Mariluz, pero además, ahora podía ver el consolador que le comprado clavado en su chocho, sacando de su coño sus jugos femeninos.
En ese momento, por un breve instante me olvidé de que aquella puta era mi esposa y me interesé por el tío de la larga y gruesa polla morena que entraba y salía del aquel culo; esa polla, incluso estando cubierta con los jugos anales de mi esposa, se veía hermosa mientras se movía hacia adentro y hacia afuera, brillando, y mi propia polla se movía en mis pantalones solo de verla entrar y salir con tanta fuerza y majestad.
Me vi incapaz de moverme o incluso de hablar, viendo como este tipo con su polla carnosa tomaba a mi esposa profundamente por el culo. Cuando Mariluz explotó con un grito gutural repentino, recobré el sentido común, ella estaba en el clímax, temblando, empujando más hacia atrás para que la penetrara más profundamente, y la polla de aquel hombre golpeaba más rápido y más ...
... fuerte hasta que él también llegó al cenit de su orgasmo, sacando de aquel culo femenino pero muy abierto su polla fácilmente de unos 22 cms. de largo, arrojando espermatozoides por todo el culo y la espalda de la mujer.
No sé por qué me vino un arranque natural y empecé a aplaudir. Ss dos cabezas giraron de cara a mí y me miraban con absoluto terror en sus ojos, se desenredaron, se movían rápida y torpemente hacia un sofá, tratando de ocultar su inmodestia, pero yo seguía aplaudiendo. Mi esposa decía algo, pero no la escuché porque en ese momento preciso me di cuenta de quién se había estado follando a mi esposa y de quién era la polla que se le caía mirando al suelo, encogida todavía que daba unos 18 centímetros de largo. Se trataba de Fabri, nuestro nuevo aprendiz de jardinero del campo de golf, el chico de diecinueve años.
Hice que el jefe despidiera a Fabri del trabajo, pero ni esto ni el arrepentimiento mil veces manifestado constantemente de mi esposa pudieron hacer disminuir mi sentimiento de pérdida y la traición durante los siguientes tres meses. No sabía como resolverlo, solo pude mantenerme muy ocupado con mi trabajo, me encontré también un nuevo pasatiempo que consistía en caminar, conducía hasta un lugar afuera de la población y desde allí caminaba durante horas, kilómetros y kilómetros por la campiña.
Nuestro matrimonio se mantenía unido simplemente por el hecho de que todavía amaba profundamente a Mariluz, y esperaba que algún día quizá la podría perdonar, ...