1. Dudas e incertidumbres


    Fecha: 13/10/2022, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Para mi novio y prometido, que me permite más y más el privilegio especial de ver el mundo de nuevo a través de otros ojos.
    
    Me miró hoscamente con sus ojitos de cerdo. Cogí el bidón de gasolina y empecé a esparcir su contenido sobre el suelo y las paredes, teniendo cuidado que no me cayera a mí. El olor de gasolina ya era intenso a causa de los dos cubos que había colocado antes en una esquina del cobertizo. Cuando el bidón estuvo vacío lo tiré al suelo y me di la vuelta por detrás de él. Estaba desnudo y atado fuertemente, cara abajo, sobre el banco de trabajo. Sopesé sus huevos con la mano y les di un apretón. Pegó un respingo y empezó de nuevo a lloriquear.
    
    Era divertido, no recordaba que él hubiera llorado una sola vez durante el tormento a que me había sometido. Era yo entonces quien lloraba y suplicaba. Le pegué otro tirón y se los retorcí. No podía decir mucho, le había amordazado con sus propios calzoncillos. Se los había metido con el mango de una vieja brocha que había encontrado en el cobertizo la primera vez que le traje aquí. Las viejas granjas abandonadas, con todas sus divertidas pequeñas edificaciones, son el sitio ideal si quieres torturar a alguien en privado.
    
    Hacía frío, podía ver mi aliento cuando respiraba. Podía ver la piel de gallina de su culo y estaba temblando, tanto de miedo como de frío. Saqué una fina cadena de acero muy resistente y un candado del bolsillo de mi abrigo. El tipo de la ferretería había sido de mucha ayuda. Le había ...
    ... dicho que quería la cadena más fina y resistente que tuviera. Cuando me preguntó para qué era le dije que quería encadenar a un animal, pero la quería pequeña porque no quería dañar su pelo. Sonrió y me dijo que no debería ser tan considerada, que un animal no te respetaría por eso. Me reí y le dije que era muy considerada con mis propias cosas.
    
    Rodeé la base de sus huevos y su polla y la aseguré firmemente y la enganché con el pequeño candado. Le di un buen tirón. Gruñó y se retorció un poco, pero la cadena no mostraba intención de salirse.
    
    Doblé unos cuantos de los eslabones del otro extremo de la cadena y deslicé un clavo largo a su través. Cogí un martillo y coloqué el clavo cerca de su cara en el banco. Al primer golpe pegó un salto e intentó retirarse mientras yo empezaba a golpear el clavo. Una vez clavado utilicé las dos manos con el martillo para hundirlo cada vez más en el banco. Las lágrimas le corrían por las mejillas cuando finalmente lo clavé hasta el final. Había tenido suerte, no le había dado a él ni una sola vez. Tiré el martillo al suelo y probé a tirar de la cadena. La sentí sólida. Rodeé mis dos puños con la cadena y tiré todo lo fuerte que pude. No se movió. Sonreí triunfalmente. Hasta aquí todo bien.
    
    Saqué una navaja del bolsillo y corté la cuerda que le ataba al banco. Me retiré aprisa de su lado y quedé en pie en la entrada del cobertizo. Se levantó por sí mismo del banco y se puso en pie tambaleándose. Sus tobillos estaban atados todavía y sus ...
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