1. La empleada doméstica de mi hermana


    Fecha: 02/10/2022, Categorías: Dominación / BDSM Autor: AlonsoLima, Fuente: CuentoRelatos

    Por algunos años, en mis primeros tiempos de trabajo en Lima, viví en un cuarto en el departamento de mi hermana. Ella tenía un departamento bastante grande con 3 dormitorios, para ella, su esposo y sus hijos y, adicionalmente una habitación de servicio con baño privado. Allí me instalé. Tenía una cierta independencia del resto del departamento y me sentía muy cómodo allí. Como viajaba mucho por trabajo, usualmente estaba entre 5 y 10 días al mes en Lima y no tenía sentido alquilarme algo propio.
    
    El segundo o tercer año que estuve allí contrató una nueva empleada doméstica para que atienda el departamento y a mis sobrinos, mientras ella y su esposo trabajaban. Las dos anteriores habían estado algunos meses y ni me había percatado en ellas. Pero esta era distinta. No voy a mentir diciendo que era una belleza deslumbrante y sorprendente en su pobreza, pues no era guapa, ni por atisbo, pero si tenía un culo delicioso, formado y firme por sus permanentes labores.
    
    Tampoco usaba ropas excitantes ni mucho menos, jeanes o minifaldas que resaltaran su figura. Pero la ropa de trabajo que usaba, usualmente vieja y sin estilo, no eran impedimento para que me deleitara mirándole el culo. Me excitaba que siempre tuviera una cruz grande sobre su pecho, era evangélica y eso se apreciaba en su forma de vestir y proceder.
    
    Varias veces quedamos a solas, pero yo en mi cuarto y ella haciendo las labores por todo el departamento. Cuando yo no estaba limpiaba mi pequeña habitación, pero ...
    ... nunca ingresaba cuando yo estaba allí. Una mañana que estaba muy caliente, decidí salir, prepararme un café en la cocina, mirarla un rato y volver al cuarto a corrérmela. Mientras la miraba me di cuenta que ella se dio cuenta que la observaba.
    
    Supongo siendo fea y sin gracia se sintió halagada (mucho tiempo después me lo confirmó). Comenzó a moverse en lo que ella creía eran movimientos sugerentes y que debieron causarme risa en cualquier otro momento, pero tan caliente estaba que fueron excitantes para mí.
    
    Sin pensar me acerqué hacia donde ella estaba, justo al lado de donde se guardaba el azúcar y mientras abría el estante, sacaba el azúcar, la echaba en mi café, le rocé el culo con mis manos. Lo sentí firme y ella, en lugar de alejarse, se me pegó más. Me detonó.
    
    Dejé el azúcar y le cogí el culo con ambas manos. Ella se dejaba sin decir nada. Esa mañana tenía una falda larga, gruesa y desgastada, pues era invierno. Sin hablarle, metí mis manos debajo de ella y la levanté, dejando su culo a mi vista y mis manos. Ella sólo se dejaba sin decir nada y era obvio que iría donde yo la llevara.
    
    Tenía un calzón de esos grandes y baratos, sin ningún encanto, como todo su atuendo viejo y desgastado. Me excité más al verlo. Algo totalmente distinto a cualquier calzón que hubiese visto antes en cualquier mujer que la que había estado, putas o rufianillas de discoteca. Comencé a acariciar sus nalgas y entre ellas sobre su calzón, hasta que decidido por su inacción, se lo bajé. ...
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