Fecha: 17/09/2022,
Categorías:
Sexo en Grupo
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... la instrucción, la experimentación era ahora. se acercó rápidamente con un nuevo recipiente de lubricante y se paró junto a nosotros; vertió el contenido desde la altura de su mano hasta mis nalgas, dejando que resbalara entre ellas y a continuación le dio el botecillo a Juan, quien lo vio con asombro cuando le dijo que lo siguiente era compartir espacio con Alejandro.
Ramón sabía, que deseaba lo deseaba con una ansiedad tremenda y, Juan y Alejandro lo harían realidad ahora.
Le pregunté a mi amante si sería capaz de cumplir mi deseo, agitado asentó con la cabeza, de la misma forma que respondió Juan a la misma pregunta.
Alejandro tomó fuertemente mis nalgas entre sus manos abiertas para detener mis movimientos, Juan movió una de mis piernas para poder colocar su pié en el sillón para ubicarse desde donde podría controlar la dirección de su verga para introducirla en el mismo húmedo lugar donde estaba la de mi amante: mi vagina.
Estáticos Alejandro y yo, Juan recargó su mano en mi espalda y la otra mantenía la firmeza de su pene que ya chocaba con el otro. Se resbalaba, el lubricante jugaba en su contra, requirió de fuerza, colocó la cabeza en la entrada vertical que palpitaba, presionó vigorosamente el pene de su compañero y entró despacio.
Mi espalda se arqueó y no pude más que gritar. Grité de placer, grité de la emoción y del deseo, quería más y la palabra más fue la que grité después.
Supliqué a llanto abierto que lo metiera hasta el fondo, necesitaba ...
... tener clara la sensación, y así lo hizo. Tuve que que empujar mi cadera contra ellos para lograr que sus penes entraran hasta lo profundo. Los tres luchábamos por imponernos, las tres caderas chocaban, la piel de los tres resbalaba y mientras lográbamos la armonía tuve un orgasmo brutal que hizo que las paredes de mi interior se expandieran para abrazar con apetito esas dos hermosas vergas húmedas que comenzaron a disputar el espacio que compartían. Peleaban por imponerse, como dos serpientes tratando de morder el fondo de la madriguera de su presa. Alejandro golpeaba el interior con su glande como si quisiera martillar mi punto G, y Juan abría todo el espacio posible. Hacíamos tres movimientos coordinados: yo totalmente hipnotizada por el placer, sólo podía resistir con fuerza las potentes embestidas de mis dos sementales que entraban y salían de mí con sincronía: mientras uno penetraba a fondo, el otro salía solo para tomar impulso y entrar cada vez con mas fuerza.
En medio de jadeos, alaridos de hembra y bramidos de machos, en medio del sonido que provocaban los choques de nuestros cuerpos, en medio de las expresiones de asombro de mis otros tres machos que atestiguaban, no pude controlarme, no quería controlarme: los gritos me ayudaban a tener fuerza, a soportar la presión de mis hombres, a abrir más mi cuerpo, a dilatar la entrada que estaba siendo usurpada.
Cada vez me golpeaban más y más esas dos columnas que rivalizaban en mi interior, hinchados y lastimados mis ...