... vestido de Ana y le comía los pezones de color marrón muy oscuro que le desafiaban erectos, puntiagudos, duros. Ella le agarraba por la nuca obligándolo a comerle las tetas mientras suspiraba. El hombre dirigía una de sus manos por debajo de su corto vestido hasta su pequeño jardín de las delicias. Haciendo a un lado su tanga pudo acariciar una mata de vellos suaves. Con sus dedos fue abriéndose camino hasta la entrada de su vagina. Empapada y caliente, metió dos dedos y comenzó a moverlos en círculos arrancando suspiros de placer de su cuñada.
Como diría el gran Joaquín Sabina "un piso antes del séptimo cielo se abrió el ascenso…". Salieron agarrados al pasillo hasta encontrar su habitación. Ante la puerta, Ana intentaba abrir con la tarjeta magnética pero le resultaba imposible. Además Ricardo la abrazaba por detrás cogiéndole las tetas y haciendo que su concentración fuera imposible.
El marido de su hermana le agarraba las tetas por encima del vestido mientras le mordía el cuello de manera sensual. Ella respondió sacando el culo hacia atrás restregándolo por su entrepierna. Sentía como la polla erecta abultaba bajo el pantalón. Ricardo fue besando la espalda de su joven cuñada hasta arrodillarse tras ella. Levantó el vestido y besó las nalgas de Ana. Blancas, redondas, desnudas por el tanga que se perdía entre ellas. Las abrió y paseó su lengua desde el ano hasta el coño.
La mujer gemía de manera sonora sintiendo la lengua caliente del hombre. Notando como ...
... retiraba a un lado la prenda íntima y accedía a su coño caliente y húmedo. Ricardo se puso de pie, se desabrochó el pantalón y liberó su tremenda polla:
-¿Tienes goma…? -preguntó Ana muy excitada.
-No, no suelo usar…
-Bueno, nos arriesgaremos… pero métemela ya…
Ricardo dirigió el capullo de su polla a la rajita de su cuñada. Ésta se elevó de puntillas y, apoyada sobre la puerta, se dispuso a recibir el pollón del marido de su hermana. De un golpe de cadera, la penetró muy profunda:
-Ay… -se quejó Ana de dolor. -Joder, cabrón, qué grande la tienes…
El hombre no le dio tregua y comenzó a follársela muy fuerte, en el pasillo de aquel hotel, apoyada sobre la puerta de su habitación. Ana sentía como le llegaba muy adentro de la vagina cada puntazo de su cuñado. Ricardo tiró de su melena obligándola a echar la cabeza hacia atrás. Ella gemía de placer sin cuidado de que alguien pudiera oírlos:
-¿Quieres polla, zorra? ¿Quieres la polla que se come tu hermana?
-Sí, joder, sí… Me moría de ganas porque me follaras.
Ricardo la agarró por el cuello mientras tiraba de su melena sin dejar de percutir contra aquel coño estrecho. Durante más de 10 minutos estuvieron follando sin darse cuenta que una joven los observaba desde la puerta entreabierta de su habitación.
Con un bufido Ricardo tensó su espalda para alcanzar el orgasmo y descargar todo su semen en el interior de su cuñada. Ésta arqueó la espalda alcanzando el clímax cuando el marido de su hermana la rellenó de ...