Esta vida tan hermosa
Fecha: 12/06/2018,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... tranquila...
-Pero... -alcancé a balbucear.
Entonces apareció Miguel detrás de ella. Venía como un poseído, también completamente desnudo y con su impresionante verga en ristre. Levantó por atrás a Celia y la dejó caer clavada en el palo enorme empezando el vaivén con la misma violencia con que seguramente la estaba poseyendo cuando yo llegué. Ella se inclinó para facilitarle la acción abriendo bien las piernas y aferrándose al marco de la puerta al tiempo que lanzaba un grito de placer.
-Te dije que te fueras, estúpido... -alcanzó a decirme al tiempo que me cerraba la puerta en la cara.
Me quedé por largo rato impactado frente a la hoja cerrada. Entonces dí la vuelta por detrás de la cabaña acercándome a la ventana del dormitorio que estaba ligeramente entreabierta. La escena era simplemente impactante. Miguel había llegado con ella ensartada hasta la orilla de la cama donde Celia quedó de pie, pero semi inclinada sujetándose con ambas manos al respaldo para no caer con cada embestida del macho que estaba parado detrás de ella. Se oían nítidos los gritos femeninos, sus obscenidades pidiéndole que le hiciera pedazos la vagina, alternadas con el golpe rítmico de la pelvis de Miguel chocando brutalmente contra sus nalgas cada vez que su descomunal miembro se perdía en la carne de la hembra. Cada cierto rato, Miguel le sacaba la verga de la vagina y, tomándola del pelo sin consideraciones, la daba vuelta metiéndosela en la boca hasta la garganta. Los gritos de ...
... Celia se volvían entonces guturales, ahogados, hasta que el hombre, a punto de acabar, la volvía de un empujón a su anterior postura clavándola otra vez con fiereza.
Me alejé casi tambaleando sin saber dónde ir, sintiéndome ridículo con las botellas de bebidas en mis manos. Saqué el auto y deambulé sin rumbo por la ciudad sumido en un mar de contradicciones. Había momentos en los que el furor me hacía ver todo rojo y sólo pensaba en volver y castigarlos a ambos sin importarme las consecuencias, pero de inmediato una voluptuosidad inmensa me aprisionaba el alma y el cuerpo recogiendo mi estómago y estremeciendo mi sexo de placer al recordar la escena presenciada de manera fugaz. Ahora todo era diáfano, diferente a aquella primera vez cuando la sorprendí en Miami y no supe entenderme yo mismo. Todos los detalles de Celia desnuda y parada junto a nuestra cama en la cabaña, abriéndose ella misma las nalgas para facilitar la entrada de la verga de Miguel que desaparecía y emergía poderosa de su vagina, volvían una y otra vez a mi mente provocándome el placer más sublime y terrible a la vez, en ese minuto en que comenzaba yo a nacer al apasionante mundo de la dominación. Había visto los gestos de placer sin límites en el rostro de mi mujer y sentido sus gritos de hembra poseída y, sobre todo, me había llegado hasta lo más hondo del alma su gesto autoritario y humillante de cerrar la puerta en mi cara como si yo fuera sólo un objeto molesto que se interponía entre ella y el macho al ...