... ido y por el contrario, a cada momento la sensación soporífera parecía incrementarse.
-José, levántate, vamos, levántate. Levántate, ven a la ventana y déjame pasar.-
Dijo aquella voz con un tono aún más seductor.
José Sánchez Amador se sentó en la cama completamente desnudo, con los ojos cerrados y la expresión vacía. Era apenas consiente de aquello y la voz lo hizo sentirse tan excitado, con una ansiedad por estar con el dueño de esa voz, por experimentar aquellos besos que esos labios podrían proporcionarle. Su erección volvió a dispararse, a la vez que su cabeza caía suelta hacia atrás.
-José, abre los ojos, pero continúa dormido. Abre tus ojos, despacio, sigue dormido, poza tus ojos en mí, abre tus ojos y mírame, ahora.-
Indicó la seductora voz, en tono lascivo y suave, el cual incrementó el gozo del trigueño.
José Sánchez Amador obedeció. Enderezó la cabeza y alzó los párpados. Sus pupilas estaban rojas, tan rojas como aquellos ojos que lo veían detrás del cristal. Eran unos ojos turquesa, semiteñidos de escarlata que veían fijamente los preciosos orbes verdes de José.
El calor y el sopor subieron por el cuerpo de José y el trigueño se levantó exhibiendo sus músculos. Aquellos ojos se llenaron de una mirada malévola, codiciosa, llena de lujuria, de hambre, de hambre por él.
-José, ven a la ventana y ábrela, déjame entrar, tú lo deseas. Ven, déjame entrar, quieres estar conmigo, lo deseas.-
Repitió aquella voz de forma profunda.
El sopor ...
... era más y más intenso y el placer crecía a cada momento. José quiso cuestionarse lo que estaba ocurriendo, pero no había nada que cuestionar. Aquella voz lo deseaba y él necesitaba probar aquella voz, aquellos ojos, aquella boca. Él deseaba ser besado por aquellos labios.
-Si, José, quieres que yo te bese. Ven, abre la ventana y déjame entrar, voy a besarte todo, como jamás alguien te ha besado. Quiero ofrecerte mis labios, tu deseas mis labios. Déjame entrar para que pueda besarte todo-
Repitió la voz.
José avanzó tres pasos más hacia la ventana y una parte de él quiso rebelarse, salir de ese sopor, la parte que le decía que estaba en peligro. Sin embargo, volvió a fijarse en aquellos ojos turquesa matizados de escarlata y clavó su mirada en ese color que expulsaba fuego, deseo. Sin embargo, consiguió parpadear por un momento y trató de sacudirse ese terrible sopor, la lujuria, el calor, el placer.
-No José, no quieres despertar. No, quieres estar conmigo. Por ello, duerme más profundamente, duerme más profundo, totalmente dormido. José, deja de pensar, sólo concéntrate en mi voz y duerme. Duerme, duerme, deseas estar más dormido, totalmente sonámbulo. Sonámbulo, sonámbulo, así, duerme más-
José sintió una corriente de placer envolverlo, como si un manto de oscuridad cayera sobre él. Trató de luchar, de oponerse, pero el sopor era muy fuerte, muy irresistible. Él debía obedecer a aquella voz, debía dormir y entregarse a aquella voz. “¿Para qué luchar?”. Esa voz ...