"Lesbiadas"
Fecha: 26/05/2022,
Categorías:
Lesbianas
Autor: lib99, Fuente: RelatosEróticos
... servirme una taza de los restos del viscoso líquido negruzco que ni siquiera calenté. Cuando la oí entrar simulé que me afanaba por rasgar el plástico de un sobao. Me di la vuelta con la taza en la mano procurando aparentar naturalidad, mientras mi corazón se empeñaba en trotar desbocado.
Desde el vano me observaba Estíbaliz, apoyado su hombro en el marco y una sonrisa irónica en los labios. Con la melena castaña revuelta, solo llevaba puestas unas bragas color lila que se adherían como un tatuaje a la suave curva de su pubis, delineando la forma de los labios de su vagina, y una camiseta de tirantes que descubría un plano abdomen y el brillo del piercing que lucía su perfecto ombligo. Dentro de la tela, sus pechos basculaban libres de sujetador, permitiendo intuir la forma de sus pezones, aún erectos. En los pies lucía unos altos y alegres calcetines de franjas rojas y negras.
–Ah, hola –acerté a decir intentando sostener su mirada.
–Hola, compañero –me contestó manteniendo su sonrisa ladeada.
Cruzó los brazos sobre su pecho, lo que provocó que sus senos se apretaran uno contra el otro, dibujando un largo y deseable canalillo en el escote.
–¿No tenías clase hoy?
–¿Eh? –di un trago al desagradable y frío líquido– Ah, sí. Pero Estadística es un coñazo –improvisé con escaso talento–. Me estaba agobiando, así que me he largado y he vuelto para… desayunar algo.
Cuanto más hablaba menos creíble me resultaba a mí mismo, y más idiota me sentía. Apenas lograba ...
... sostener la mirada de Estíbaliz, pero el brillo de sus ojos sugería que estaba divirtiéndose con mi azoramiento. Además, según soltaba mi balbuceante discurso ella comenzó a aproximarse, despacio, lo cual agravó mi nerviosismo; al tiempo que yo, de manera casi inconsciente, retrocedía al mismo ritmo, hasta que el borde de la encimera contra mis riñones me detuvo.
Su cuerpo, semidesnudo, quedó a escasos milímetros del mío, casi rozándome, con su mirada clavada en la mía. Yo le sacaba una cabeza larga de altura, pero su palpitante sexualidad femenina dominaba de tal manera la estancia que me sentí pequeño, ridículo, menguante.
–¿Te ha gustado?
–¿Cómo? ¿Qué?
–Lo que has visto antes, en la habitación, mientras nos espiabas. ¿Te ha gustado?
–¡Ah! Eh. Oh…
Woody Allen no habría mejorado la colección de tontos balbuceos y tartamudeos que emití. La evidencia de sentirme descubierto, la crudeza y la naturalidad con la que Estíbaliz me lanzó la pregunta, sin atisbo de recriminación, censura u ofensa, el tono concupiscente de su voz y la erótica corporeidad de su anatomía –que yo deseaba desde que la conocí–, todo ello me paralizó. Al tiempo que no podía dejar de disfrutar de la creciente, casi física sensualidad que nos envolvía dentro de aquella avejentada y poco acogedora cocina. Las imágenes, aún frescas, de Estíbaliz follando con Araceli regresaron efervescentes a mi cabeza y un fuerte cosquilleo recorrió mi entrepierna; hube de poner toda mi voluntad para impedir ...