"Lesbiadas"
Fecha: 26/05/2022,
Categorías:
Lesbianas
Autor: lib99, Fuente: RelatosEróticos
... al campus, atestada de filas de bloques de pisos, todos iguales y cada uno más feo que el siguiente. Una vez subí las escaleras –me abstuve de coger el ascensor pese a vivir en el cuarto, para que no me delatara el ruido–, abrí con todo el sigilo posible la puerta, atento a los sonidos del interior y con una excusa preparada por si Araceli y Estíbaliz aún no estaban metidas en el cuarto y dedicadas a sus placenteros ejercicios mañaneros.
Era aquel el típico piso de alquiler para estudiantes, parte de un envejecido inmueble construido en pleno desarrollismo, allá por los sesenta o setenta, al que el paso del tiempo había evidenciado todos sus defectos constructivos –mala orientación, desafortunada distribución, frío invernal y calor estival, humedades, muros sin ninguna insonorización–; y, por supuesto, estéticos: puro feísmo. Además, en el piso, dedicado durante años, quizás décadas, a ser alquilado a estudiantes durante el curso académico, sus propietarios no se habían molestado mucho –por no decir nada– en adecentarlo, como delataba su mobiliario, tan antiguo como el propio bloque, e igual de antiestético.
Cuando oí sus voces, risitas y suspiros, certificando que ambas se hallaban en la habitación de Estíbaliz –era la que tenía la cama más grande–, recorrí el pasillo en silencio, moviéndome como si caminara por un terreno infestado de minas –lo que hizo sentirme algo ridículo– y me aproximé a la puerta para descubrir que acababan de comenzar a enrollarse. Acerté ...
... calculando el tiempo. Ahora, sus respectivas manos recorrían sus cuerpos, acariciando con delicada ansiedad aquellas preciosas orografías en movimiento. Un paisaje de interminables curvas, blandas y jugosas, de concavidades y convexidades fusionadas hasta aparentar un solo ente de vibrante sexualidad, en el que no resultaba fácil distinguir dónde comenzaba un cuerpo y acababa el otro.
Sus dedos, finos y largos los de Estíbaliz, regordetes y de cuidada manicura los de Araceli, recorrían los meandros que formaban hombros, brazos y clavículas, pezones, senos y abdómenes, caderas, muslos y pubis. Lentas y cadenciosas, las manos de una y de la otra descendían la ladera de sus montes de venus, realizando un corto rodeo acariciando ingles, muslos y glúteos, para desembocar en los coños abiertos, mojados y palpitantes. Y todo ello sin separar sus labios, besándose, chupándose y succionándose en un beso interminable, como si quisieran devorarse entre sí: introducirse cada una dentro de la boca de la otra.
Con la habilidad ganada –sin duda– mediante la práctica tanto de la autoexploración sexual –de numerosas pajas, vaya– como del placer compartido –sus numerosos polvos, entiéndase–, se abrieron la una a la otra sus respectivas vulvas, apartando los henchidos labios mayores para disfrutar –¡oh, maravilla!– de la gloria de sus hendiduras, carnosas y apetecibles. Una a la otra se estimularon los pequeños y erectos botones de sus clítoris, entre gemidos, jadeos y suspiros.
Mi polla, ...