Luisa, el placer del dolor
Fecha: 08/02/2022,
Categorías:
Dominación / BDSM
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Recogí los informes que se habían acumulado sobre mi mesa a lo largo de la semana y los guardé en el primer cajón. Me había leído algunos, otros los había resumido, y me faltaba echar un vistazo a otros tres. Los muchachos, como les llamaba el jefe, me pasaban los apuntes, notas, fotografías y documentos para que yo redactase un informe que permitiese hacer una película lógica y convincente. El jefe los repasaba y los enviaba a los clientes que nos encargaban el trabajo. Así me pasaba las semanas, los meses y los años desde que cumplí los cuarenta y me asignaron esta función en el equipo. Redactar, escribir. Poner los datos en orden. Darles forma, argumento y deducciones.
Tenía prisa por empezar el fin de semana y olvidarme de los problemas de los demás, que, por empatía, hacía míos hasta el punto de sufrir en mis carnes los cuernos, engaños, y estafas de empleados, socios, esposas y compañeros.
Llamaron al timbre con insistencia cuando ya echaba la llave al cajón de seguridad y cambiaba el código.
Luisa entró sollozando y se metió directamente en mi despacho eludiendo los besos amistosos con los que tenía la costumbre de saludarme. Se desplomó sobre mi sillón y se tapó la cara.
- Buenas tardes. La confianza da asco. Ni dos besos, ni ¿qué tal estás?. Ni consideración para un pobre chupatintas que lleva toda la semana esperando que sean las siete de la tarde del viernes y marcharse a tomar un par de “tintonis”.
- ¡Qué poca delicadeza la tuya! ¿No ves que ...
... estoy destrozada?
Luisa era capaz de responder fría y descaradamente aunque estuviese hundida. Nos conocíamos bien y desde hacía mucho tiempo. Fue un amor imposible a causa de la edad. La diferencia entre diez y veinticinco no es la misma que entre treinta y cinco y cincuenta. Así que aquello se enquistó en una relación de las que nunca acaban en nada concreto. Una relación incalificable. Tras mi divorcio, ella se separó de Jorge, un abogado mediocre, y empezamos a vernos de vez en cuando. Casi siempre para tomar algo, confesarnos nuestras frustraciones y sueños o fantasías. A veces, para echar un polvo de misericordia. Estos encuentros se repetían cada vez con frecuencia. Siempre se ha ganado la vida como comercial. Ha vendido casi de todo. Últimamente andaba en el mundo de la lencería, creo.
No sabía bien si sollozaba o renegaba. Se cubría la cara con las manos. Llevaba el cabello, -hoy tocaba pelirrojo-, revuelto, pero brillante.
- ¿Puedo saber a qué viene esta invasión de mis primeros minutos de fin de semana sin aviso previo?
- Porque me han tenido secuestrada veinticuatro horas y no tenía a dónde ir ni a quién explicar mi caso.
- Pues es muy sencillo. Una persona de tu coeficiente intelectual sabe que tiene que ir a la comisaría y poner una denuncia.
- No es tan sencillo. ¿Qué les voy a explicar? ¿No sé ni por donde empezar? Probablemente no me harían ni caso.
- Probemos. Explícamelo a mi y luego evaluamos.
- Es que estoy aquí para eso, para ...