Hetero curiosa
Fecha: 23/10/2021,
Categorías:
Lesbianas
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
La veía pasear por las oficinas en el trabajo con sus atuendos sexys y provocativos, sus faldas cortas y shorts, sus tremendos escotes o las mallas y camisetas ajustadas, pegadas a su perfecta anatomía. Y como yo, el resto del personal. Admirándola, deseándola, babeando por un gesto de cariño suyo. Pero aparte de la exhibición de sus encantos siempre se había mantenido distante, inalcanzable. Nunca oí que hubiera tenido un lío en la oficina. Nadie se había atrevido a decir que se la había follado. Todos se limitaban a admirarla y desearla, pero de lejos.
Una tarde calurosa de viernes hacía sudorosa el breve trayecto entre la puerta del trabajo y mi vehiculo al terminar la jornada.
Abría la puerta del coche cuando su dulce voz a mis espaldas me pidió:
-acercame a casa por favor.
-¡pues claro! Sube.
El cierre centralizado hizo que no tuviera que abrir su puerta. No sé si en ese momento estaba en condiciones de hacerlo sin que me temblara la mano. Al fin y al cabo era ella quien me lo pedía. Acomodó sus interminables muslos, saliendo de un short verdaderamente corto, en el asiento del pasajero. Pues claro que no podía dejar de mirarlos, casi nos la pegamos en el trayecto. Ni cuando me indicaba el camino podía dejar de echarle miradas de reojo a su cuerpo.
Podía haberse subido a cualquier vehiculo del parking de la empresa, y la hubieran llevado, pero eligió el mío. Cualquiera de los compañeros la hubiese llevado donde ella quisiera, al fin del mundo, pero ...
... estaba sentada a mi lado.
Conduje despacio para prolongar el momento. La quería para mí. Sus infinitas piernas, sus pechos cónicos duros como rocas clavados en la ligera blusa, todo su perfecto cuerpo me llamaba, aunque no me atrevía a pasar la mano de la palanca del cambio a su perfecta rodilla. Parecía que llegaba mi momento y estaba cagada de miedo.
Mis propios muslos desnudos y entreabiertos manejando los pedales solo ansiaban sus caricias. La humedad pasaba de mi tanga a la minifalda y hasta el asiento liberando olores de sexo en el ambiente cerrado. Al llegar a su casa me soltó:
-por que no aparcas y subes un rato.
Apenas podía creerme su proposición pero desde luego que la acepté. Nerviosa y excitada la seguí como un corderito hasta el ascensor. En tan reducido espacio veía como su respiración hacía subir y bajar sus duros pechos que conseguía espiar por los botones entreabiertos de la fina blusa.
El sujetador blanco de encaje los tapaba o los descubría, no sabría decirlo. La mitad de su duro culito asomaba por debajo del mini short. Los pies cuidados en unas sencillas sandalias. En su cocina abrió un par de refrescos y me condujo al salón donde se sentó relajada en el sofá.
Yo mas nerviosa sin poder dejar de contemplar los largos muslos bronceados apoyé el culo en el borde de un sillón. Frente a ella jugueteando con la lata entre mis dedos, nerviosa.
Por fin entró en materia y me explicó porqué me había llevado allí:
-me han contado de tus ...