Disfruto mi trabajo (I)
Fecha: 30/04/2018,
Categorías:
Bisexuales
Autor: beto69, Fuente: CuentoRelatos
... play y vi un viejo chupando la vagina de una pendeja. “Parece que mi patrón es pajero… Qué lindo… Igual que yo”, pensé.
Y me acosté, a mirar la película y darme otra paja.
Una hora después, tras dejar todo como lo había encontrado, volví a mi cuarto. Me dormí en el acto.
Desayuno
A las 6 y 30 me levanté, bañé, me coloqué la tanguita más chica que tenía, el “uniforme”, y preparé café con leche y tostadas. Puse todo sobre una bandeja, la dejé sobre la mesada y fui a mi cuarto. Sin sacarme el vestido ni la bombachita, saqué las revistas porno y empecé a masturbarme. Aguanté para no tener acabadas, sólo quería estar mojadita, y que se noten mis jugos en la tanga y el jumper.
Recalenté el desayuno y fui al dormitorio de mi patrón. Golpeé la puerta y le pregunté si podía pasar con lo que le había preparado.
Al entrar observé que estaba recostado, con el torso desnudo, y una almohada sobre su vientre. Al verme entrar, Mario quedó atolondrado. El vestido dejaba ver casi la mitad de mis tetas, y todos mis muslos. La tanguita, mojada, era nítida.
—Señor, ¡gracias por la ropa!, me queda bien… ¿Usted qué piensa? —le dije.
—Ehhhh… ¡Si, si, te quedan muy bien…!
—A ver, esperé un momento, voy a acomodarle un poco la cama así desayuna cómodo
Apoyé la bandeja en la mesa de luz y me incliné para estirar las sábanas, permitiendo que mis senos, abultados, quedasen a centímetros de su rostro.
—¿Quiere que abra la ventana?, ¿corro las cortinas? —pregunté, y me di ...
... vuelta, poniéndome en puntas de pie, ofreciéndole la vista de los cachetes de mi culo.
—Ehhh…, no, no, está bien… —respondió él.
—Bueno, le dejo su desayuno entonces; permiso… —sostuve, y rápidamente retiré la almohada sobre su entrepierna.
Tal como lo había planeado, un apetitoso bulto apareció levantando la sábana. Me contuve para no tirarme encima y meterme en la boca ese gran pedazo. En cambio, exclamé:
—¡Ay!, ¡disculpe! —y giré mi cuerpo, haciéndome la avergonzada, con la bandeja en las manos.
Mi plan continuó: simulando torpeza, dejé caer el desayuno. Y lancé un gritito de espanto.
—¡Qué tonta soy! —dije, y sin doblar las rodillas me agaché para recoger el desastre que había provocado.
Al inclinarme, el cortísimo vestido subió hasta la mitad de mis nalgas. De este modo dejé ver como el hilito de la tanguita desaparecía en mi agujero trasero.
—Está bien Carmen, no te preocupés… —consoló Mario.
—Señor, ¡perdón!, ¡por favor, no me eche, por favor, necesito este trabajo! ¡Haré todo lo que usted quiera, todo lo que me pida! —le solté, arrodillada al costado de la cama, con mi cabeza oculta entre mis brazos.
Hubo un largo silencio. Y sentí lo que esperaba. Una mano acarició mi cabeza.
—Tranquila nena… Todo se puede solucionar… ¿Escuché bien?, ¿Todo lo que te pida? —requirió mi patrón, con voz lujuriosa.
Era lo que esperaba. Alcé mi rostro, le sonreí poniendo mi mejor cara de zorrita, con la mano izquierda saqué la sábana y con la derecha ...