Los amantes de Ana
Fecha: 17/06/2017,
Categorías:
Dominación / BDSM
Autor: Craso, Fuente: CuentoRelatos
Para los tiempos que corren me considero una mujer afortunada, llevo una vida bastante desahogada y sin grandes preocupaciones, vivo en una bonita casa con un maridito guapo y atento y un precioso hijo que es mi ojito derecho, en fin, lo que cualquier mujer sin demasiadas pretensiones puede anhelar.
A mitad de mi carrera en la facultad de filología, justo en mi veintiún cumpleaños conocí a Fabián, quien hoy es mi esposo. Por aquel entonces él ya llevaba tres años de comercial en un importante banco y al año de conocernos nos casamos, como al fin y al cabo, mi mayor deseo era tener una vida cómoda y convertirme en una mujer de su casa, lo que es una esposa tradicional, dejé mis estudios a medio terminar.
Nuestros amigos más íntimos son otras dos parejas que casualmente tienen sus hijos de la misma edad que mi hijo Guillermo, por lo que desde hace años hemos organizado casi todo juntos, salidas, cenas, algunas vacaciones…, pero de todos ellos, es Isabel sin duda alguna mi mejor amiga y confidente; ella trabaja de cajera en el mismo banco que mi marido, y el suyo, Manuel, es funcionario; ellos estuvieron cerca de un año separados y durante ese tiempo me volqué en apoyarla. Durante los primeros meses de su separación, en los que tuvo que estar algún tiempo de baja por depresión, se vino a vivir a nuestra casa junto con su hijo Esteban; desde entonces, nuestra relación se estrechó mucho más, hasta llegar a considerarnos casi como hermanas. Cierta mañana durante aquel tiempo ...
... en el que Isabel estuvo viviendo en nuestra casa, tras llevar Fabián a los dos niños al colegio e irse él al trabajo, le dije a Isabel que se tumbase a mi lado como hacía muchas mañanas cuando le apresaba la tristeza y se desahogaba contándome sus penas, aquella vez la encontré especialmente triste, tenía los ojos como de haber llorado toda la noche. Esa mañana pasó algo inaudito, algo de lo que nunca hablaríamos con nadie, entre lágrimas Isabel me confesaba sus sentimientos de odio por lo que Manuel le había hecho, comencé a besarle las mejillas consolándola y sin saber cómo, terminamos abrazándonos y besándonos las bocas como dos enamoradas, juntando nuestros cuerpos y rozándonos los pechos a través de los finos camisones que llevábamos puestos, casi sin darme cuenta nuestras piernas se encontraron entrecruzadas apretando un sexo contra el otro. Al poco rato de que pasase lo que pasó me sentí bastante incómoda y no quise siquiera mirarle a los ojos, yo siempre me había considerado una persona “normal” y el lesbianismo no entraba en mis esquemas, para mí, todo lo que había pasado hacía un rato era muy confuso, Isabel se dio cuenta de mi incomodidad y me tranquilizó, “lo que ha pasado no tiene importancia”, “si quieres, lo olvidamos y ni lo volvemos a mencionar, ¿vale?”, me dijo ella, yo asentí y hasta ahora no lo hemos vuelto a hablar de ello.
Respecto al sexo siempre fui una persona muy conservadora, al menos en lo que a la práctica se refiere, porque lo que era por mi ...