Memorias de un solterón
Fecha: 03/03/2018,
Categorías:
Erotismo y Amor
Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos
... mucho…
Al momento me di cuenta de que, sin quererlo, sin ser premeditadamente, la cosa es que me había lanzado, y de cabeza, a una “piscina sin agua” al tomarme la confianza, no dada, de tutearla, situación que ella, muy diplomáticamente, salvó con ese tratamiento de usted, que restableció el tratamiento respetuoso entre ambos. Y no comenté nada al respecto, dejando así las cosas, como ella las quería, en el más, menos, distante “Usted” en nuestro trato, trato que se mantuvo así, un tanto distanciado, pero cordial, las pocas veces que coincidíamos, bien en el portal, en el ascensor, al entrar o salir ella o yo, bien al coincidir los dos al tomarlo.
En tales momentos, más bien profundamente efímeros, yo me interesaba por ella, por saber cómo seguía, si salía del “bache” que su viudez, desde luego, significó en su vida, a lo que ella me respondí con afabilidad, y ese así, así, respecto a su estado de ánimo. En fin, un trato muy formal hasta ser más que menos distante, a veces, pero siempre dentro de la mayor afabilidad, hasta de aprecio entre nosotros, diría yo. Y así, el tiempo fue pasando, transcurriendo semanas, meses, años, un par de ellos más que menos “chorreados”, esto es, alagados con la “propina” de no pocos meses a esos años… Y el tiempo también trajo cambios en su manera de ser, de comportarse, pues, poco a poco, se fue abriendo más y más a la vida, hablaba más, con las vecinas mayormente, hasta incluso bajar, a veces, a la plaza, a sentarse allí, en un ...
... banco, un rato cada tarde, entre las cinco y las siete, que se subía a casa para hacer la cena a su hijo menor, también de nombre Antonio, pues el mayor llevaba el nombre de su abuelo paterno…
Por cierto, que este vástago más joven, peri ya con dieciocho-diecinueve años, era ya el único que seguía en casa, con ella, pues el mayor, veintiuno, veintidós años por aquellas calendas, hacía ya lo menos cuatro que se marchara de casa, a convivir con una novia que se echó allá por sus dieciséis años… Tempranero que fue, el hombre, en asuntos del “cuore”, aunque no tanto como sus padres, que con unos catorce eran novios casándose cuando él acababa de cumplir dieciséis añitos y ella aún en los quince, por lo que a sus dieciséis años ambos, eran padres de un hijo, el que casi ahora acababa de dejar el nido paterno-materno… En fin, cosas que a veces pasan entre jovencitos que se quieren demasiado y acaban en el “casorio” por el “sindicato de las prisas”, que antes se decía…
En cuanto a mí, decir que, cuando regresaba del trabajo, en mis turnos de mañana, a eso de las cinco y pico de la tarde bastante más que a las 17 horas puntuales, y la veía sentada en ese banco al que parecía abonada, y, generalmente, sola, pues su apertura de carácter, al extremo de mantener contactos medianamente, digamos, íntimos, de verdadera amistad, ni de coña llegaba; saludaba a la vecindad cuando se cruzaba con ella, hasta, incluso, departir un poco con las vecinas, las mujeres, nunca con los varones, salvo, ...