... parecían salidas de la propia Venecia del siglo XVIII sus disfraces que destacaban sobre la mediocridad de los demás. Las tres vestían unos elegantes vestidos hechos a base de satén blanco y finas telas de seda de diferentes colores… azules, negros, rojos y dorados fieles al lujo de la época, con la única licencia histórica de que sus vestidos no llegan a sus rodillas, dándoles un toque muy provocador. El disfraz no acababa ahí, unas enormes pelucas blancas adornadas con perlas cubrían su cabello natural, y ocultando sus rostros, unas máscaras al más puro estilo veneciano, que solo dejaban ver sus ojos y sus labios.
Las máscaras eran de lo que más espectacular, estaban hechas a base de pan de oro, craquelado y decorado con finos arabescos para acabar con tres preciosas plumas blancas coronando su frente. Dicen que las antiguas damas de la nobleza veneciana se disfrazaban con aquellas máscaras, ocultando su identidad con la finalidad de mezclarse con el pueblo llano, según las malas lenguas para poder gozar con los atributos y las formas poco refinadas de los hombres alejados de los palacios venecianos.
Gustavo, Julián y Antonio seguían hablando animadamente, visto desde fuera era resultaba gracioso verlos gesticulando con hombros, brazos y cabeza, intentando que así se les entendiese mejor a pesar del volumen de la música. Mientras yo, disimuladamente, me fui acercando al grupo de las tres mujeres, hasta que quedamos prácticamente espalda con espalda.
Las tres ...
... tenían buenos tipos, no debían tener de la misma edad, la que parecía mayor deberían rondar los cuarenta y pico y las otros dos los treinta y tantos, aunque sin verles la cara era imposible adivinar con certeza su edad.
Mi mirada se cruzó con la que tenía más cerca, y bajo su máscara pude apreciar unos ojos grises con cierto toque irreal y unos labios rojos que me sonrieron. Ante su gesto, incline mi cabeza y me anime a acercarme para hablar con ella.
- Vuestras máscaras son impresionantes. ¿Son auténticas?
Me respondió afirmando con su cabeza
- ¿Sois de aquí?
- Yo sí, ellas no. Una es italiana y otra alemana
-Tu voz me resulta familiar. ¿Nos conocemos?
- Si te lo digo, rompería la magia de esta elaborada máscara. ¿No crees?
Gustavo y los demás ya se habían percatado de mi nueva amiga, poco a poco y disimuladamente iban ganando terreno hasta acabar pegados al lado de las otras dos mujeres. Yo seguía conversando con ella, a la vez que intentaba descubrir algún rastro o gesto familiar que me diera alguna pista sobre aquella mujer. Pero no descubría quien podría ser, posiblemente no la conocía de nada, pero de eso se trataba aquel juego de máscaras.
Mi misteriosa acompañante acerco la copa a su boca y de forma casi obscena aprisionó con sus labios una larga pajita fluorescente que flotaba en su gintonic, todo sin dejar de mirarme con aquellos ojos grises.
- Parece que tus amigos y mis amigas han conectado bastante bien
Desvié la mirada hacia ellos, ...