El Carnaval, la fiesta de los pecados carnales, seguramente podemos encontrar un carnaval diferente en cada cultura, y si profundizamos un poco más, posiblemente descubriremos que son el reflejo de las fantasías eróticas de cada cultura, desde la lujuriosa pasión brasileña hasta el sofisticado erotismo veneciano. En otros en cambio, el erotismo brilla por su ausencia, en esta categoría estaría el carnaval de mi tierra, no digo que no tenga su encanto, pero es un carnaval que gira entorno a la burla del poder eclesiástico y político, está claro que entre quienes lo empezaron, follar no era uno de sus pecados favoritos.
Aquel sábado de carnaval, no se diferenciaba mucho de cualquier sábado noche, salvo por una mayor densidad de público y algún que otro grupo de gente con disfraces comprados en el chino o en cualquier web cutre.
Así que rodeados de caperucitas, toreros y vampiros varios intentando llamar la atención, comprendí que lo más cerca que estaríamos del carnaval brasileño esa noche, fue durante la cena en La Favela, un restaurante brasileño donde preparan una picanha exquisita.
Nos encontrábamos en la planta superior del local, tan llena de clientela que podríamos llenar un estadio de fútbol, así que después de atravesar el local haciéndonos sitio entre una marea de gente, conseguimos acercarnos a la barra. Allí estuvimos esperando unos 10 minutos a que nos atendieran a una camarera con un disfraz de gatita mimosa con una diadema negra con orejas de gato y ...
... cola que salía de su cintura, aunque su cara se parecía más a la de una gata cansada y enfadada de aguantar a borrachos. Antonio pidió un ron con cola, Julián y yo dos gintonics.
No está nada mal, y que bien le sienta esa colita, dijo Antonio, mientras la camarera se alejaba meneando las caderas y la cola del disfraz. Recordaba a aquella camarera de otros locales durante los últimos años, supuse que ya tendría unos treinta tantos años y seguía trabajando en la hostería nocturna, lo que me hizo sentirme un poco viejo y cierto sentimiento de culpa afloro en mi por haberme fijado en su trasero.
- Si, no está nada mal.
- Lo que me gusta de ella es que siempre se muestra atenta, a pesar del amplio número de tarugos que hay por metro cuadrado en la noche
Antonio era así, lo mismo te estaba hablando de su culo como al momento alababa las cualidades profesionales de la hostelería nocturna.
- Vamos, cómo tú
- Que cabrón
- No me gustan nada estos los carnavales, el año que viene nos vamos a algún lado.
- ¿A Brasil?
- No estaría mal, aunque prefiero los carnavales de Venecia
- No sé, yo preferiría el calorcillo brasileño, ¿Tu que dices?, Julián. ¿Rio o Venecia?
- El año que viene seguro que estaremos aquí como siempre. Mucho hablar del año que viene para volver a hacer lo mismo, nada.
- Tienes razón, siempre decimos lo mismo y al final no nos movemos.
- Oye, ¿No es aquel Gustavo? aquel que conocimos en el cumple de Juan. Creo recordar que tenía una ...