Debajo de la cobija con mi cuñado
Fecha: 09/01/2018,
Categorías:
Fantasías Eróticas
Autor: MariaYute, Fuente: CuentoRelatos
Con Lorena, mi hermana, dos años mayor que yo – Mariana – siempre fuimos muy unidas, desde chiquititas. Ambas somos altas, 1,72 metros sin tacos, de agradables facciones y cuerpos bien llevados, a despecho de la maternidad. Tenemos profesiones diferentes pero, ni eso, ni el matrimonio, ni los hijos, ralearon, al extremo, nuestra relación. Discrepamos en muchos temas, por supuesto, en otros compartimos nuestras ideas y gustos. Ambas gustamos de Juan, el marido de Lorena. Claro que, al respecto, yo me había limitado a sofocar mi inclinación desleal. A él, le sucedía lo mismo (confirmado por lo que estoy a punto de relatar) en varias ocasiones, lo sorprendí mirándome con “ganas de comer”
Hasta que se me “sirvió en bandeja” la ocasión de pasar de fantasear y desear, a contar con tiempo y ámbito para atraer su atención.
El mayo pasado, Lorena tuvo que someterse a una cirugía, con un período de recuperación en domicilio algo prolongado, con un riguroso reposo en cama. Yo confié mi familia al cuidado de nuestra madre, y me instalé en casa de mi hermana para, la más gravosa, tarea de atenderla al inicio del post operatorio, de día y de noche y sus pequeños hijos de 5 y 3 años durante la ausencia, por su trabajo, de Juan.
Me acostaba en la habitación contigua a la matrimonial en la cual reposaba Lorena y con auxilio de un intercomunicador, escuchaba los, eventuales, requerimientos de ella fuera de las visitas de control nocturnas.
Juan se acostaba con los dos chicos en la ...
... tercera habitación, próxima al baño. Noté que dejaba la puerta abierta. Entreví la situación propicia y, a partir de la primera noche, a horas avanzadas, estando la luz del cuarto apagada, me las ingenié para hacer barullo – con el fin de despertar a Juan – y luego pasar reiteradamente por el pasillo, tenuemente iluminado por una lamparita bajo consumo, hacia y desde el baño, cubierta con un breve pijama con pantaloncito corto y ajustado.
Confiaba que el contraste de iluminación resaltaría mi silueta y mi cuñado – en ayunas de sexo – reuniría coraje para “tirarme los perros”.
No me falló el cálculo Al tercer día, simulé que se me caía un pomo de crema frente a la puerta de su habitación y me agaché apuntando la cola en su dirección. Se puso a 1000 y no pudo controlar la calentura. Dejó que volviese a mi cuarto, pasó frente a mi puerta – para verificar que Lorena estaba profundamente dormida – y vino hasta mi cama.
Fingí sorpresa y, en voz muy baja:
-¿qué pasa Juan?... ¿ocurre algo? – pregunté
Con el dedo índice en los labios, encendió el velador, cerró la puerta y apagó el intercomunicador.
-Pasa que te vi, estos tres últimos días, pasar frente a la puerta del dormitorio y me encantó, así que vine a decírtelo y a hacerte compañía – mientras susurraba comenzó a acostarse, a mi lado, apartando sábana y cobija.
-¿Pero?... ¿qué haces... pará... Juan? – detuve su avance apoyando la rodilla de mi pierna derecha en su cadera. Él no apeló a la fuerza, recorrió el ...