1. La historia de mi esposa y yo


    Fecha: 16/06/2017, Categorías: Confesiones Autor: Thomas, Fuente: CuentoRelatos

    ... Le pedí que se sentara desnuda sobre mí, solo para sentir su bello cuerpo y mi verga entre sus nalgas. Se levantó y se paró frente a mí. Lentamente se fue sentando, pero mis erecciones eran tan inflexibles que, al sentir el contacto, mi verga se fue directamente a su culo.
    
    Ella la sintió, pero no se detuvo. Sabía bien lo que era inminente. Siguió bajando a medida que se la metía, lenta y deliciosamente, hasta tenerla completamente ensartada. Al sentirla penetrada, la levanté un poco para corroborar con la vista exactamente donde se la había metido.
    
    Para mi gran sorpresa, vi la perfecta penetración por el culo de mi novia. No sé si para ella, pero para mí fue la primera experiencia anal. Lo había tratado con otras mujeres, pero no había podido ya que retrocedía por el intenso dolor que decían sentir, pero mi novia devoró mi verga con su culo con suma facilidad, por el sudor y por la lubricación de ambos.
    
    Otra vez pensé en el tal Fernando y sus fechorías, dándole vuelo a la imaginación.
    
    Me vine a gusto, muy a gusto, muy intenso. Casi sentía mi corazón en mis dedos metidos en su panocha mientras me vaciaba y ella se retorcía de placer. Coincidimos. La llené toda y a ella le fascinó. Cuando salí de la visita casi a la media noche, nos despedimos en la calle y ella me lamió la cara… ¡delicioso!
    
    Esa noche no puede dormir. Al día siguiente no pude sacar de mi cabeza la increíble noche anterior: me había culeado a mi novia. Pasó lo que tenía que pasar al ritmo que ...
    ... íbamos en nuestra relación.
    
    No sería tan inquietante si se tratara solo de una movida: me había culeado a la mujer que quería de esposa.
    
    El día se me hizo eterno. No podía esperar a que llegara la noche para estar con ella y culeármela de nuevo. Ella tenía 21 años, yo 25 con las hormonas aún desbocadas. No me importaba otra cosa más que culeármela.
    
    Esa noche comprobé que a ella también solo le importaba que me la culeara.
    
    Obviamos los formalismos de la visita y, en cuanto nos aseguramos estar a salvo de mis suegros, ella se desnudó, me bajo los pantalones y me sentó. Se puso de rodillas entre mis muslos y me la comenzó a mamar como loca, poniéndome los ojos en blanco en segundos.
    
    Se subió y nos comenzamos a besar, luego se recostó de la manera acostumbrada y la comencé a dedear como le gustaba. Le abrí las nalgas para contemplar su terso, hermoso y rasurado culito y noté que tenía una pequeña lesión en su esfínter que le había sangrado.
    
    Se lo besé, por primera vez. Se comencé a lamer y a meterle mi lengua haciéndola que casi gritara. Sin importarme causarle molestia o hacerla sangrar de nuevo, le metí la verga deliciosamente, de perrito, ella montada en uno de los sillones. A pesar del aire acondicionado, sudábamos profusamente.
    
    El ritual se volvió cosa de todos los días. Prácticamente abandoné a mis amigos con tal de estar con ella: hacíamos el amor, no solo teníamos sexo anal y oral. No me atraía, bueno hasta la fecha no me atrae, tanto su panocha como su ...